La educación Artística, la academia y lo que no le cuentan a los artistas.

Es la educación artística un engaño institucional prolongado por generaciones en las facultades de las diferenes disciplinas artísticas?

La educación artística no enfocada a licenciaturas, ya que estas implican la idea de “enseñanza con el fin de enseñar” y a diferencia de procesos académicos en áreas como tecnologías, leyes, o ciencias de la salud -entre otras-, está alejada notoriamente de uno de los objetivos más importantes del proceso de instrucción profesional que es el ámbito correspondiente a la “Formación profesional integral, comprensiva de las formaciones para el TRABAJO, la realización y el mejormiento humano”. Los programas artísticos de pregrado en artes plásticas, música o artes escénicas se yerguen orgullosos en las universidades anunciando la escuela como camino para legitimar al artista, alejándolo del empirismo apócrifo e irresponsable e introduciendo una idea de élite provista de conocimientos herméticos que los ubica encima de los que no acceden al rigor de la academia e incluso al rigor que plantea su academia . Están sometidos bajo una idea gaseosa que sobreentiende que este tipo de opciones profesionales basan todo su quehacer en el desarrollo de la creatividad enfocada al dominio de técnicas, conceptos, estilos, herramientas, materiales y la supuesta destreza en la observación de las producciones artísticas circundantes, forjando las artes como disciplinas contemplativas e intimistas con una visión presumiblemente crítica sobre la realidad pero incapaz de actuar en ella.

Luis Camnitzer dice sobre la experiencia en Estados Unidos y las escuelas profesionales de artes: “La inversión económica para recibir el diploma final de maestría, el Master of Fine Arts, en una universidad decente es de unos 200.000 dólares. Al final de este gasto, la esperanza es vender la obra producida o enseñar a las generaciones venideras. Aún si esto no es literalmente así en otros países, el concepto probablemente funciona en todo el mundo”. Esto implica que es muy difícil encontrar opciones formativas en las que se enseñe o al menos se muestre a los artistas aspirantes a un título , cómo entender su actividad también como un trabajo dentro de un mundo transaccional y sus creaciones también como un producto. Esto desemboca en una incertidumbre profesional en el momento de dejar el mundo ideal que representa la academia, superior al que se vive en otras titulaciones. La incertidumbre que empieza a agobiar a los nuevos profesionales un día después de recibir el anhelado diploma, con el poder y la responsabilidad de enfrentar un medio que al parecer no los está esperando , los lanza directamente a una de tres opciones: la primera, continuar inmediatamente y sin ninguna experiencia, procesos académicos que prolonguen un poco más ese mundo ideal vivido en pregrado, situación que es importante entender, no es exclusiva de los recién graduados en las profesiones del arte sino que desgraciadamente es transversal a las diferentes carreras. La segunda, tomar casi como una obligación del mercado o el único camino posible en pro de la supervivencia, el camino de la docencia, muchas veces sin un interés real en el oficio, sin mucho respeto y como un trabajo de paso que a la postre puede convertirse sin que se den cuenta en su única opción laboral. Y la La tercera, esperar el momento en que un golpe de suerte (porque al carecer de herramientas que les ayuden a desarrollar proyectos sostenibles, no se puede esperar algo diferente) catapulte lo que conciban –dependiendo la corriente de la escuela donde se hayan formado- como un trabajo honesto y verdaderamente artístico.

De esta manera, los profesionales de las artes, herederos y responsables-pareciera- legítimos garantes del trabajo eterno e inagotable de la subsistencia de gran parte de la cultura a través del tiempo , propagadores de un punto de vista que se erige como alternativa ante la venda que impone el implacable día a día, visionarios, críticos e innovadores, se ven en buena parte y por responsabilidad de la academia, aislados del mundo al que se deben, ocultos tras muros de onanismo y esperando como diría Samuel Becket la llegada de Godot.

 

Imagen tomada de: www.codigosanluis.com

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