¿Más “ley del embudo” para los pobres?

Por: Horacio Serpa

Se sigue comentando sobre nuevos impuestos. “Es que se necesita más dinero para equilibrar el presupuesto y toca conseguirlo con urgencia”, se argumenta sin explicaciones. A más gastos, más ingresos, se entiende. Lo que no está claro es en qué se quiere gastar ni se sabe quiénes serán “los paganinis” de las modificaciones tributarias.

Escuché en la radio la siguiente frase de un experto economista: “Todo el mundo debe tributar; hasta los más pobres podrían contribuir con mil pesos al mes, que no es nada”. Claro que mil pesos no es nada, una miseria. Pero para el pobre, para el desempleado, para un hogar de seis bocas sin ingreso, significa algo más de lo que piensan los especialistas: una panela, una libra de arroz o de sal, dos libras de yuca, cinco bananos.

Hay que ubicar a los tributaristas en el mundo real. A que saquen al 12% de los miserables y al 30% de pobres de las estadísticas y los conozcan “de carne y hueso”, en sus desgracias, en sus desnudeces. Unos y otros suman, por lo menos, veinte millones de personas necesitadas. Son cinco millones de familias que medio viven con un salario mínimo, si es que tienen la fortuna de recibirlo con el trabajo de alguno de sus integrantes.

Avanzamos en la lucha contra la pobreza, es cierto, pero falta mucho por hacer. Por eso, cuando hablemos de reforma tributaria no podemos pensar en los necesitados sino para que sean los beneficiarios de sus disposiciones. Es para ellos, para que tengan ingreso, para que puedan gozar de educación, salud y techo, para que se nutran adecuadamente, que se requieren más impuestos.

¿Quiénes deben tributar? Los pudientes, los dueños del capital, los que reciben los fabulosos ingresos que informan las noticias. No es un acto de persecución ni hablo de medidas atrabiliarias o confiscatorias. Es para que en el país haya equidad, se afinque la convivencia, vivamos una paz estable, venga el desarrollo y podamos decir, por fin, que somos una sociedad feliz.

Se necesita una reforma tributaria progresiva. Los que tienen, pagan. Unos más que otros, según su patrimonio y sus ingresos. Los que no tienen, no pagan. Si el Estado no tiene recursos, que por supuesto deben ser manejados con tino y transparencia, seguiremos como ahora: violencia, desgracias, pobreza, el país número doce en desigualdad en el mundo, como informaron las Naciones Unidas.

La eliminación de deducciones y exenciones injustificadas es un buen comienzo. A toda costa combatir la elusión y la evasión. Acabar con el abuso de fundaciones y cooperativas de fachada que abusan del concepto de economía solidaria. Tarifas equitativas a renta y capital, a dividendos, a las excesivas ganancias ocasionales, a los bienes improductivos o suntuarios.

No es nada nuevo. En todas partes se hace, menos en el país del Sagrado Corazón y de la “ley del embudo”.

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