PROTESTAS SOCIALES CIVILIZADAS

Por: Nicolás Enrique Zuleta Hincapié

Las últimas protestas sociales y en particular las estudiantiles nos han afectado profundamente. No hemos podido asimilar, aunque es la triste realidad, que estudiantes de diferentes centros universitarios hayan fallecido o hayan resultado seriamente lesionados en su integridad personal. Ello se debe a que se ha andado por el camino equivocado de la protesta violenta. Por eso hemos considerado necesario recordar que la Universidad, ese noble invento humano para el progreso de la civilización, es un espacio natural para la paz, en el que debe estar proscrita la violencia, si es que pretendemos reivindicar algún grado de civilidad, y en el que el conocimiento debe ser el único instrumento que impulse los cambios y genere inclusión social.

La familia, la sociedad y la nación en general, ven en la Universidad, una oportunidad, una esperanza para la materialización de sus sueños, de su progreso. Allí están fincadas las ilusiones, no solamente de los jóvenes que acceden a los estudios superiores, sino -lo que es aún más trascendente-, de la nación misma, que confía su desarrollo a este laboratorio de la inteligencia.

Es un hecho de la época posmoderna, que nuestra civilización viene acentuando el camino ascendente, en el que se tiene como norte la educación, que se propone como primer objetivo la búsqueda de la paz y el bienestar social. Por esa razón, no se puede perder la hoja de ruta, y menos en el espacio diseñado para implementarla, que es la universidad. Por otra parte, debo recordar que, dada la simiente filosófica que la inspira, nadie puede dudar que la Universidad Libre, es defensora de las reivindicaciones sociales. Defiende la lucha social, la búsqueda de espacios y mejores condiciones de vida para nuestra población marginada, sobre todo de la educación.

Por principio, entonces, nuestra institución no rechaza la protesta, la defiende. Y la defiende, tal y como la garantiza nuestra progresista Constitución de 1991, esto es, por los caminos del estado de derecho, lo que significa, antes que todo, rechazo a toda forma de violencia. Lo que propugnamos, y exigimos respetar, es el derecho a disentir, a protestar, a reclamar de modo pacífico. La violencia no es un instrumento que consideramos legítimo en la pretensión de ser escuchados en los puntos de vista, porque es un medio que es de suyo ajeno a la esencia de los principios universitarios. La violencia para nosotros significa abandonar la esencia de la academia, para derivar en la barbarie, que es de lo que tenemos que despojarnos en Colombia. Estas tendencias, nos producen indecible frustración, desazón y sentimientos de fracaso. Igual sensación opinamos que debe oprimir los corazones de las familias cuando ven a sus hijos desarticulados de la civilización y de la paz, porque se han inclinado a la violencia –que es la barbarie, repetimos- comprometidos en hechos que hieren la nacionalidad y los principios democráticos.

Este tipo de hechos lamentables que recientemente han golpeado la realidad nacional, es lo que me obliga a hacer un respetuoso llamado a la comunidad académica en general para invocar el imperio de la razón, para que no se desorienten las protestas universitarias por la vía de la violencia, ya que los justos reclamos que pueden tener quienes convocan a estas manifestaciones públicas, se desvirtúan cuando no se obra con la cordura y la razón, con la debida argumentación ideológica y cuando no se pondera y modera la palabra para terminar acudiendo a la violencia. La protesta pacífica, es el único sendero para reivindicar los derechos ciudadanos que se consideran vulnerados. Debemos insistir en que la Universidad es un espacio para el diálogo civilizado, la tolerancia y la inclusión social, en donde se debaten los grandes problemas del Estado y del mundo, bajo el indeclinable principio del pluralismo ideológico, que es la columna vertebral de una auténtica democracia pluralista y deliberativa.

 

La Universidad: Un espacio para la tolerancia…. (continuará en la próxima entrega).

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