FORMACIÓN EN VALORES.

En la formación y cualificación de “una mejor sociedad”, como aspira a ser Colombia y la mayoría de los países, la formación en valores constituye  una tarea esencial de la responsabilidad social. Porque es bien sabido  que los  “valores”, como aquellas cualidades positivas (especialmente, morales y humanas) o negativas que permiten a los seres humanos apreciar las cosas, han constituido y constituyen, desde el ángulo positivo, las medidas para que éstos no solo acierten (como sucede con la verdad), se comparten (con iniciativa, confianza, valor, integridad, fortaleza, lealtad, etc.) bien (con eficiencia, control, sensibilidad, compromiso, honradez, justicia, equidad, seguridad, etc.) y productivamente (con excelencia, creatividad, innovación, prosperidad, crecimiento, etc.) entorno a su formación y desarrollo correcto de la vida humana, así como para evitar que carezcan de medidas de apreciación (como sucede con su  ignorancia absoluta) o tenga un conocimiento equivocado (por su deficiencia) de los mismos (como los hábitos del empleo de mentira, la ambición, la trampa, el irrespeto, la hipocresía, etc.) que, consciente o inconscientemente,  afecten el desarrollo de las cualidades humanas deseables.

Pero también es sabido que la deficiente formación en valores que se recibe en las familias, no  puede ser suplida por la educación formal, ni tampoco por la mera información que desde la adolescencia se adquiere por fuera del hogar y, concretamente, en las amistades, ni menos puede ser suplida por la información del internet, ni la de la calle. Por esta razón se trata de una información que, además de ser entendida subjetiva o caprichosamente  por cada uno, suele ser distorsionada en su alcance, de tal manera que los valores resultan  concebidos de manera relativa, comúnmente flexible, lo cual explica que lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo agradable y lo desagradable, lo correcto y lo incorrecto, etc., resultan ser considerados acomodaticiamente, según la visión o conveniencia de cada quien, siguiendo circunstancias de cada caso.

De allí que por esta deficiencia las nuevas generaciones, no solo suelan  manifestarse inseguras en la selección del comportamiento adecuado, sino más aún, inseguras en los caminos, las metas y los propósitos de vida. De allí que, en la mayoría de los casos, se comporten con flexibilidad valorativa, lo que los conlleva a adoptar conductas divergentes y contradictorias, como las de valorar positiva o negativamente los estudios y la capacitación, así como las de rechazar o, en su caso, no conceder valor a la capacitación, a la profesión u ocupación deseada.

De allí que sea necesario retornar a la formación de valores, no solo en la familia y la escolaridad, sino también en la adolescencia y la juventud, a fin de garantizar a ellas la preparación y estructuración de un “proyecto de vida útil para el presente y futuro”.

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