La codicia, la vanidad y el orgullo

*Marta Sáenz Correa

Soy seguidora del Papa Francisco, y estoy atenta a sus intervenciones, entre otras cosas porque  me ha parecido un pontífice conectado con las comunidades, descomplicado y moderno, que aborda los problemas de nuestra sociedad con simpleza. En la homilía celebrada en la capilla  de Santa Marta en días pasado, el pontífice toco el tema de la Vanidad, y lo definió como enmascarar la propia vida, para aparentar, fingir.

También afirma el Papa, que la vanidad es como una osteoporosis del alma: los huesos desde afuera parecen buenos, pero dentro están todos corroídos. La vanidad nos lleva al engaño, como los farsantes que marcan las cartas para ganar, luego esa victoria es aparente, no es verdadera. Esta es la vanidad: vivir para fingir, vivir para aparentar, vivir para aparecer.  Finaliza Francisco pidiendo que el señor nos libere de estas tres raíces de todos los males: la codicia, la vanidad y el orgullo. Pero sobre todo de la vanidad, que nos hace mucho mal y nos infla. En palabras sencillas, la vanidad es maquillar la propia vida para aparentar,  y no solo nos aleja de Dios sino que nos hace ridículos.

Se designa con el término de vanidad a la excesiva confianza y creencia de la propia capacidad y atracción que se tiene, muy por encima de otras personas y cosas, es algo así como el orgullo basado en cosas vanas. El vanidoso es arrogante y tiene el deseo de ser admirado por todos , por el alto concepto que le atribuye a sus propios méritos, más allá de lo que tenga o no; él se considera que los tiene y por ende los deben alabar y admirar. Quienes han abordado el tema de la vanidad con profundidad sostienen que detrás de una persona vanidosa no hay otra cosa que una persona insegura de sí misma  que necesita atención a causa de ese sentimiento de inferioridad que la carcome.

De acuerdo a lo estudiado por Simón Freud, la vanidad tiene una influencia nefasta en el desarrollo social del individuo, debido a que puede desembocar en una patología extrema de desorden de la personalidad. En este tipo de desviación, la persona afectada por esta, sobrestima sus habilidades y presenta una necesidad excesiva de afirmación y admiración por parte de los otros. Según Freud, la vanidad puede llegar a comprometer la habilidad de la persona para vivir una vida feliz o productiva junto a sus seres queridos y su entorno más cercano, porque al manifestarse los mencionados rasgos de egoísmo desmesurado y de desconsideración hacia las necesidades y sentimientos ajenos que el tipo de persona vanidosa presenta, terminarán afectando su estado social.

La convivencia con el vanidoso no es fácil,  la gran visión de sí mismos no les permite valorar y reflexionar sobre su realidad.

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