RELIGIÓN Y POLÍTICA

A raíz de los últimos certámenes electorales y en vista de la próxima campaña electoral, también se hace pertinente exponer algunas reflexiones que resultan convenientes sobre la religión y la política, para lo cual debe distinguirse la fidelidad a una religión y los derechos ciudadanos.

De allí que para entender el respeto a la fidelidad religiosa,  debe dejarse en claro es que, en materia religiosa, una cosa es la religión o confesión religiosa misma y otra muy distinta es la organización jurídica religiosa de aquella. Porque si bien aquella  admisión o creencia de la trascendencia humana en la búsqueda de un ser superior (Dios) al cual se encuentra ligado el creyente, y que, por lo tanto,  recae en las personas humanas, que son los fieles; también lo es, que la segunda es aquella organización encargada de divulgar, enseñar y practicar la doctrina correspondiente (Ley 133 de 1994). Por lo que, en estricto sentido, en esta actividad no se encuentra incluida el adoctrinamiento político, ni tampoco el ejercicio de la actividad política, ni mucho menos, la de actuar como partido o movimiento político. A lo sumo lo que puede resultar pertinente es la posibilidad de mostrar los deberes religiosos para con la sociedad, así como la explicación religiosa de una actividad social.

Sin embargo, cuestión distinta ocurre cuando la misma población  religiosa, no actúa como tal, sino como población ciudadana, para hacer, recibir y participar en actividad política,  ya que en este evento cada persona goza de la libertad y del derecho de participación política, que no pierde por el solo hecho de ser fiel de una religión determinada, y que puede ejercitarse políticamente conforme a su credo religioso.

 

En tanto que resulta inadmisible que las organizaciones religiosas, hagan política directamente o por medio de sus  desarrolladores  religiosos  como son los sacerdotes y pastores. Esto es, resulta reprochable que asuman como parte del adoctrinamiento religioso, una campaña política por determinadas propuestas o candidatos. Porque, además de ser un abuso en la orientación de la creencia o credo, en cuanto esto se emplea para hacer política, cuando no es la finalidad legal o legítima de dicha religión; también genera, al igual que el dogmatismo religioso, un dogmatismo político, con lo cual se incita deliberadamente o no a un  sectarismo político, que debe ser rechazado por una sociedad pluralista.

 

Ahora, si ello es así, lo más conveniente es la conformación abierta de un partido o movimiento político, ajeno a la organización religiosa, que pueda dedicarse exclusivamente a la actividad política con orientaciones confesionales.

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