CREENCIAS EN LA SOCIEDAD

Si bien es cierto que la sociedad ha venido acumulando saberes populares, relativos a la familia, a la convivencia y al conocimiento que han sido adquiridos y por la experiencia y transmitido familiar y tradicionalmente (en forma oral), los cuales, en su  mayor parte, han sido y son  efectivamente acertados y útiles para la humanidad, también lo es que muchos de ellos, a pesar de que la ciencia lo ha desvirtuado, siguen  siendo tenidos equivocadamente por ciertos o verdaderos.

De allí que las primeras creencias son las que se adquieren con la tradición familiar en donde se da certeza a muchos o casi todos los aspectos familiares de la crianza y convivencia familiar, donde algunas han sido confirmados por la ciencia, como la inconveniencia de relación de pareja de tío y  sobrina o entre hermanos, por el riesgo grave de afectación a la eventual descendencia; pero otros no, sino que, por el contrario,  han sido desvirtuados por la ciencia, tal como ocurre con aquella creencia que indica que el maltrato filial es la forma efectiva para la educación y corrección de los hijos.

Así mismo, existen otras creencias en materia de salud que son ciertas, porque así lo ha comprobado la ciencia, como sucede con las propiedades activas de ciertos medicamentos homeopáticos; en tanto que otras carecen de dicha comprobación, lo que indica la necesidad de acudir a la recomendación médica correspondiente.

Algo semejante acontece con las creencias sobre ciertos comportamientos humanos, que suelen atribuírsele a aspectos que se dan por ciertos, cuando mientras algunos han sido comprobados por la ciencia, como la falta de amor por sí mismo, como causa de su comportamiento inactivo o falta de motivación, porque ello puede tener su causa en la falta o deficiente autoestima o de la depresión; en tanto que, en muchos otros casos, la  creencia popular de la falta de éxito obedece a la mala suerte, al estrato social al cual pertenece, a una maldición, etc., cuando ello no ha tenido comprobación como cierta y, por lo tanto, puede ser susceptible de superación con  la seguridad de sí mismo, preparación y ejecución de las acciones adecuadas.

Lo mismo acontece con las creencias populares en las leyendas y mitos, en donde se dan por ciertas las narraciones de algunos sucesos trasmitidos oralmente (la leyenda de la pata sola) o el relato de ciertos hechos históricos explicativos de algunos fenómenos de la naturaleza (mitología griega) o de la humanidad (v.gr. sobre su origen del planeta), porque, con independencia de la existencia o no de los hechos en que se sustentan, son creaciones mentales ciertas, que suelen  emplearse  con una función en la sociedad (v.gr. de tranquilidad, estabilidad, control, etc.).

Algo parecido ocurre con las creencias religiosas, ya que, independientemente de la existencia del “ser creador” en que se funda (llámese Cristo, Jehová, Alá, etc.), se trata igualmente de una creencia o creación mental de certeza, que desde luego, produce consecuencias de confianza, orientación, etc.

Luego, todo ello nos permite inferir la necesidad de analizar las creencias sociales, a fin de admitir las verdaderas en lo pertinente, rechazar las falsas, y prevenirse de aquellas que no han sido comprobadas.

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