El Valor de la Experiencia

Marta Sáenz Correa.

Si tuviéramos la capacidad de regresar el tiempo hacia atrás, seguramente tomaríamos otras decisiones, nos preocuparíamos por otras cosas, asumiríamos más riesgos, o aprenderíamos a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, pero esa sabiduría solo se adquiere con el tiempo.

La experiencia no consiste en el número de cosas que se han visto, sino en todas las situaciones que se han reflexionado; es el aprendizaje que se obtiene para siempre, producto de lo que se ha vivido; el resultado de cada momento que ha llegado a nuestra vida; y, la madurez de cada camino transitado. La experiencia es tener la mente abierta al análisis, la reflexión y el aprendizaje continuo de las vivencias. Un signo inequívoco de que la persona no cuenta con experiencia es su actitud defensiva ante cualquier cambio que le implique aprender o desarrollar nuevas habilidades.

La utilidad o el valor de la experiencia dependerá de cada persona y suele asociarse a la madurez o a la edad, a mayor edad, mayor experiencia. En el lenguaje cotidiano, una experiencia es una circunstancia o un acontecimiento que por sus características resulta trascendental o digno de destacar en la vida de una persona. El mundo es experiencia, la vida son experiencias. Puede existir experiencia sin sabiduría, es decir sin aprendizaje, pero no puede existir sabiduría sin experiencia. El ser humano y algunos animales tienen la capacidad de adquirir conocimientos a partir de la experiencia. Por lo tanto, es un conocimiento a posteriori, se adquiere tras la experiencia en sí.

La sabiduría por su parte, es la virtud que permite entender y aprender que se debe hacer en una determinada situación; una habilidad que se aplica con la inteligencia, y que se adquiere con el paso del tiempo. La sabiduría no se enseña, si no que se desarrolla a través del tiempo, de la experiencia, y se define como la capacidad que tiene el ser humano para entender, comprender la información y poder aplicarla correctamente. Nadie cuestiona la sabiduría que dan los años, ni mucho menos la experiencia de los viejos que han librado una y mil batallas.

Además, a medida que envejecemos, la forma en que procesamos la información se modifica permitiendo que manejemos mejor nuestras emociones, y al llegar a la tercera edad somos menos impulsivos y tenemos mayor control para ver el lado positivo de las cosas y ojo, también su lado negativo. Por lo cual, debemos aprovechar la experiencia y sabiduría de los mayores de manera que en un futuro cuando miremos hacia atrás tengamos la certeza de que volveríamos a vivir la misma vida si tuviéramos otra oportunidad.

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