Por: Fabian Gonzalo Pérez
El domingo 6 de julio arribó a Bogotá la Selección Colombiana de Fútbol a la que se le brindó una apoteósica recepción sin antecedentes recientes, tras su espléndido desempeño en el Mundial de Fútbol de Brasil.
Hace mucho tiempo que la nación colombiana no experimentaba una entera sensación de júbilo, de amor patrio, de orgullo nacionalista, como la que despertó nuestra selección de fútbol, no solo para bien de nuestra historia deportiva, sino para beneplácito de nuestra sociedad en general. Sin duda hoy podemos decir que este bálsamo de alegría y de unidad nacional llegó a Colombia cuando más lo necesitaba, esto es, cuando acababa de definirse en las urnas la disputa política más ácida, agresiva y exacerbada de los últimos años, en donde la mayoría de votantes inclinó la balanza en favor del Presidente Santos y de su propuesta de paz.
Dos horas después de terminados los comicios del 14 de junio, los colombianos ya conocíamos el nombre del triunfador y de allí en adelante todos pusimos nuestros ojos y nuestros oídos en Brasil y en nuestra selección por lo que nadie volvió a interesarse en la política y mucho menos se preocupó por la quejas del candidato perdedor y su mentor acerca de un supuesto fraude que en ningún momento vieron ni las autoridades nacionales ni los delegados internacionales que avalaron plenamente la pureza de la jornada electoral.
Lo que acabo de mencionar es sin duda uno de los más significativos aportes adicionales al puramente deportivo, que ha hecho la selección colombiana de fútbol a la nación entera, pues nuestro grupo de héroes despertó un espíritu de unidad que nos permitió a todos los colombianos olvidar los factores de división y reconocernos como de un solo color (el amarillo) y así identificados nos entrelazamos, reconciliamos y acercamos de manera tan genial y mágica que creo no exagerar al comparar este fenómeno con el que vivió la Suráfrica de Mandela gracias a su equipo de rugby.
Imagen tomada de: www.abcdeportes.com
Lo que sigue ahora
Con el sosiego, satisfacción y tranquilidad colectiva que nos legó nuestra Selección Colombia, nos corresponde ahora reemprender nuestra vida normal y decir “como decíamos ayer” el mandato ciudadano de los colombianos fue por la paz y este proyecto no es solo de un gobernante, sino de la nación y todos tenemos algo que ver con su concreción, sentimiento que sorpresiva y favorablemente fue registrado por dos encuestadoras famosas, Datexco y Gallup, que por primera vez y en sendas encuestas coincidieron en decir que más del 50% de los encuestados cree que habrá un acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC.
En una coyuntura como la mencionada, no resulta descabellado recomendarle al Presidente Santos que inicie a partir de la fecha una agresiva campaña pedagógica tanto en los campos como en las ciudades para que todos los colombianos entendamos que es lo que se está conversando en La Habana, dejando en claro que la paz es el fin y los diálogos en territorio cubano son uno de los medios para llegar a dicho fin, pero que existen otros medios a través de los cuales los ciudadanos y los distintos estamentos de la sociedad colombiana pueden participar e intervenir para la consecución de ese fin último y superior, sin necesidad de desplazarse a La Habana, como pueden ser los foros o conversatorios a través de los cuales se explique de manera sencilla y clara el por qué y el para qué de dichas conversaciones, los puntos incluidos en la agenda, el cuándo y la manera cómo podrían terminar dichos diálogos y lo que seguirá después de su terminación.
El ejercicio pedagógico que ahora se propone claramente no se pudo realizar con antelación por la cantidad de mensajes equivocados y distorsionados que se lanzaron durante la campaña electoral, pero aprovechando el legado de sosiego y de paz que nos ha dejado la selección Colombia sería imperdonable no aprovechar el momento para “meterle pueblo” al proceso que se surte en La Habana antes de que se llegue a los posibles acuerdos, que de todas maneras serán sometidos a refrendación popular.
Relacionando lo dicho con nuestra Selección Colombiana de Fútbol, podemos decir que el camino consiste en involucrar a los colombianos en un sueño colectivo y para ello es necesario familiarizar a la mayor cantidad de compatriotas con lo que ahora se conversa en La Habana para que ellos abran su mente a la posibilidad de un proceso de paz exitoso y aflore la esperanza colectiva de una Colombia diferente a la que la mayoría de nosotros hemos vivido en los últimos cincuenta años.
Pasando del plano de los sueños al de las realidades y la conciencia, hay que decir que toda la academia, todos los librepensadores y todos los Pékerman de la economía colombiana deberán aplicarse en los próximos días a analizar lo que está por venir: una sociedad colombiana en un escenario de posconflicto, escenario que supone transformar la sociedad actual en una más equitativa e incluyente, propósito en virtud del cual habrá que diseñar y presupuestar nuevas políticas sociales, definir cambios institucionales y crear nuevos paradigmas en la relación estado-ciudadano, dentro de una economía de mercado, pero abriendo espacio a los deberes ciudadanos, a la responsabilidad social, al desarrollo sostenible, a la equidad y a la función social de la propiedad, asuntos que no fueron tocados por el constituyente de 1991, pero que son el abc de las metas del milenio propuestas por la Naciones Unidas al comenzar este siglo y que recientemente se han presentado en Colombia con el mote político de la tercera vía.
Como dijo un periodista algunos segundos después de que nuestra selección Colombia fue eliminada del Campeonato Mundial de Fútbol: “se acabó el recreo, el lunes 7 de julio todos los colombianos debemos volver al colegio”; nuestro curso se llama posconflicto, porque ahora la mayoría creemos que estamos cerca del fin del conflicto, aunque algunos no lo crean y unos pocos no lo quieran.