Por: Md. Oscar Pianeta
El famoso comediante George Carlin, en una de sus presentaciones durante los años noventa, comenta de forma satírica y sarcástica, como es su estilo, la inteligencia del ciudadano del común: “imaginen qué tan inteligente es el individuo promedio… ahora piensen que la mitad de todas las personas que existen, son más estúpidas que él”.
La formación del sistema nervioso central, como pilar fundamental del complejo proceso de pensamiento humano, requiere una coordinación precisa entre factores internos y externos para que se concluya de manera exitosa. Mucho se ha discutido sobre el papel del ambiente en el desarrollo cognitivo del niño, de hecho, importantes avances se han logrado en el pacientes con trastornos del desarrollo psicomotor al exponerlos a un ambiente propicio para el avance de sus capacidades intelectuales, llegando a superar las expectativas de lo que se creía posible para un individuo con tales alteraciones.
Uno de los elementos fundamentales para la formación de un sistema nervioso central sano, es el hierro, un metal esencial para casi toda forma de vida terrestre, debido a su capacidad de transportar oxígeno y múltiples reacciones enzimáticas que dependen de su presencia. La mayor parte del hierro que necesita el cuerpo humano se encuentra asociado a los glóbulos rojos, las células más abundantes de la sangre, acoplado a una proteína, la hemoglobina. Éstos utilizan esta proteína para lograr transportar el oxígeno vital capturado en los pulmones, hacia todos los tejidos periféricos.
El hierro en nuestro cuerpo es de tal importancia, que durante la evolución no se desarrollaron mecanismos para perderlo; es decir, durante nuestra historia como especie sobre la tierra, no desarrollamos de manera importante excesos que fueran nocivos, lo cual habla de su escasez. El ser humano promedio necesita unos 20 mg de hierro al día para mantenerse sano, pero ciertas situaciones fisiológicas pueden aumentar sus necesidades, tales como una pérdida de sangre, o la gestación, durante la cual el nuevo ser formado depende enteramente de la reserva materna de hierro y su consumo regular.
Entonces se entiende que la deficiencia de hierro está relacionada con el número de glóbulos rojos y con el desarrollo del sistema nervioso. Trístemente, la deficiencia de hierro es la más común de todas las carencias nutricionales en el mundo[1] y en Colombia, 1 de cada 6 niños y 1 de cada 6 mujeres embarazadas presenta anemia por deficiencia de hierro[2]. La anemia por deficiencia de hierro se presenta como manifestación tardía de la carencia de este nutriente, por lo que se puede suponer que la ausencia del hierro puede ser aún más prevalente.
-
PREVALENCIA NACIONAL DE ANEMIA POR GRUPOS DE EDAD, ESTADO NUTRICIONAL POR INDICADORES BIOQUÍMICOS. Tomado de la encuesta nutricional del ICBF, 20102
En el contexto del desarrollo del sistema nervioso central durante la gestación, la formación de nuevas neuronas y la migración adecuada de éstas depende de niveles mínimos de hierro, y se ha demostrado que incluso las neuronas relacionadas con la audición y la comprensión de sonidos se desarrollan de manera precisa en madres con niveles apropiados de hierro vs madres con deficiencia del metal[3] y que tal deficiencia puede revertirse si se normalizan los niveles del nutriente en cuestión.
Asumiendo que dos niños genéticamente homogéneos (sin diferencias en su potencialidad natural) se desarrollan en el mismo ambiente, estimulados de manera temprana y efectiva para lograr un crecimiento ideal tanto corporal como mental, es lógico pensar que el individuo que tenga acceso a una nutrición de mejor calidad, lograra utilizar éstos sustratos como ladrillos para construir un sistema nervioso que complete la potencialidad contenida en sus genes, por tanto, el otro individuo, aquel expuesto a una dieta de menor calidad, tendría que utilizar los pocos elementos a su disposición para lograr la misma meta. He aquí una conclusión devastadora de ese ejemplo, la dieta adecuada no hace superior al individuo que la consume, es la dieta inadecuada la que impide que se cumplan las metas que nuestro bagaje genético nos auguraba.
No es mera suposición.
El impacto ha sido medido desde la década de los 80, el efecto de corregir la ferropenia mejora los puntajes en pruebas de rendimiento y atención en los escolares[4] e incluso cuando existe una deficiencia de hierro que no genera anemia, la suplementación nutricional ha mejorado el aprendizaje y la memoria declarativa[5].
Sin embargo, al no existir mecanismos biológicos para eliminar un exceso de hierro, la suplementación de un alimento de consumo masivo produciría tanto bien en los pacientes que lo requieren (que son la mayoría en Colombia) como daño en los individuos que no requieren el exceso para suplementar su dieta (especialmente varones entre los 20 y 50 años).
Es entonces necesario establecer una política clara de determinación de niveles de hierro en nuestra población y una corrección de la deficiencia de hierro de forma permanente e inmediata, si es que queremos que se desarrolle la verdadera potencialidad de nuestra naturaleza. es menester proteger a los que son más vulnerables y cuya vulnerabilidad depende de nuestro cuidado.
_____________________________________
[1] Centers for Disease Control and Prevention. Recommendations to prevent and control iron deficiency in the United States. MMWR Morb Mortal Wkly Rep 1998;47(RR-3):1-29.
[2] Ministerio de la Protección Social, Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y colaboradores. Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia 2010 – ENSIN. Agosto 2011.
[3]In utero iron status and auditory neural maturation in premature infants as evaluated by auditory brainstem response.J Pediatr. 2010 Mar;156(3):377-81. doi: 10.1016/j.jpeds.2009.09.049. Epub 2009 Nov 25.
[4]The effects of therapy on the developmental scores of iron-deficient infants Oski FA, Honig AS. [4] J Pediatr. 1978 Jan;92(1):21-5.
[5]Effects of iron and n-3 fatty acid supplementation, alone and in combination, on cognition in school children: a randomized, double-blind, placebo-controlled intervention in South Africa. Baumgartner J, Smuts CM, Malan L The American Journal of Clinical Nutrition [2012, 96(6):1327-1338]