Ciencia, Tecnología e Innovación CT+I: La locomotora que nunca arrancó

Durante el último cuatrienio, la agenda pública de Ciencia, Tecnología e Innovación ha tenido más presencia en los medios de opinión, algunas veces por los anuncios del Gobierno Nacional dando apoyo al tema, y otras, para que tal apoyo se desmienta con noticias de drásticos recortes presupuestales para la Ciencia y cambios demasiado frecuentes de los directores de Colciencias. Pero, más allá de cualquier coyuntura, ¿de qué se trata eso de Ciencia, Tecnología e Innovación, CT+I? Es uno de los aspectos más importantes en materia de gasto público en la actualidad y sin exagerar, es un tema del cual dependen directamente la competitividad y la sostenibilidad del país. Para quien no lo tenga claro, se trata de un tema de concepción estratégica de los Estados y el marco de referencia para el auténtico desarrollo, fundamental en los procesos de generación y acumulación de capital que dan forma al mundo. En el caso colombiano, si bien la agenda de Paz es lo más urgente, la Ciencia bien puede ser lo más importante. Si el país no cuenta con capacidad tecnológica y conocimiento propios, la que se consiga será una paz amarga en la que habrá que importar hasta lo más elemental y en la que el empleo será insuficiente, de baja calidad y mal remunerado.

En Colombia, Colciencias es la institución que desde 1968 ha tenido la misión de orientar los esfuerzos estatales en materia científica, aunque con una persistente insuficiencia de recursos asignados en toda su historia. Luego de que la ley de Ciencia, Tecnología e Innovación, la convirtiera en Departamento Administrativo – al menos en el papel – el Gobierno del Presidente Juan Manuel Santos se estrenó hace cuatro años con el anuncio de que este tema tan importante sería una de sus “cinco locomotoras”. Fue entonces cuando entraron en escena las llamadas “regalías para la Ciencia” Al menos en principio, buscó realizarse la vieja idea de financiar la actividad científica con los rendimientos que genera la explotación de recursos naturales no renovables, destinándose (tan solo) el 10% de estos recursos al llamado Fondo de Ciencia, Tecnología e Innovación. Una de las claves para asegurar una opinión bien informada en esta materia, es identificar la enorme diferencia que hay entre los recursos del presupuesto de Colciencias y las llamadas “regalías para la Ciencia”.

En Colombia se ha creado una división en ese sentido al mejor estilo del muro de Berlín. A un lado del muro, están los recursos del presupuesto de Colciencias, que la entidad orienta a través de mecanismos concursales – en medio de demoras y dificultades de diferente índole – al financiamiento de proyectos, infraestructura y equipo científico, formación de investigadores, etc. Esos recursos provienen del presupuesto general de la nación, a través del Ministerio de Hacienda y bajo los lineamientos de presupuesto que establece el Departamento Nacional de Planeación. En cuanto a su magnitud, se trata de montos históricamente minúsculos dentro del gasto gubernamental. Para la muestra, tras el escándalo desatado al conocerse que para 2015 el presupuesto de Colciencias sería de tan solo 289 mil millones, del Conpes salió la cifra de 379 mil millones, básicamente idéntica a la asignada en 2014 y en todo caso inferior en 41 mil millones a lo destinado en 2012. Mientras que ese presupuesto no se incrementa, sí se espera que a final de este año el PIB crezca cerca de 4,5%.  Al otro lado del muro se encuentran los recursos del Fondo de Ciencia y Tecnología del SGR. Estos, son totalmente ajenos al control presupuestal de Colciencias y sujetos a una lógica territorial. Por lo tanto, cualquier argumentación que mezcle el presupuesto de Colciencias con el 10% de regalías es totalmente falaz e irresponsable. Por ejemplo, cuando recientemente se cuestionaron las intenciones del Gobierno de reducir el, de suyo escaso, presupuesto de Colciencias, el Presidente Santos replicó refiriéndose a las regalías, indicando que se está destinando a la Ciencia “un componente muy fuerte de inversión”mientras que la directora de Planeación Nacional, Tatyana Orozco,  indicó que “durante este gobierno se ha pasado de 0,7 a 2,7 billones en inversiones para el sector de Ciencia, Tecnología e Innovación”.

 

La mermelada de la Ciencia

Pero, ¿en qué consiste eso de las regalías para la Ciencia? Básicamente, la idea es invertir el dinero que deja explotar recursos no renovables en la creación de otras fuentes de riqueza que sustituyan de manera permanente los ingresos percibidos por la explotación de hidrocarburos y minerales una vez éstos se hayan explotado por completo. La clave en esto es que el flujo de ingresos que percibe el país por cuenta de esas actividades, es momentáneo y de ningún modo puede sostenerse de manera indefinida; una vez los recursos naturales se hayan agotado, ya no habrá más recurso ni más dinero. Si bien el Gobierno se empeña en proyectar una imagen de exhuberancia económica , lo cierto es que nuestra economía es tremendamente dependiente del subsector de hidrocarburos. Su explotación es la principal fuente de ingresos fiscales de la Nación; en 2013, el 31 por ciento de los ingresos corrientes provinieron de la producción de hidrocarburos.

En ese escenario, destinar las regalías a la generación de capacidades científicas que le permitan al país tener una oferta industrial especializada y de alto contenido tecnológico, es una idea bastante buena. De hecho, es algo que cuenta con un respaldo incontrovertible a la luz de la experiencia de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD en inglés). El problema es que dentro del ordenamiento colombiano, son las regiones quienes en ejercicio de su autonomía deben usar esa plata para llevar progreso a sus habitantes a través de la generación y uso del conocimiento. Esto, es una consecuencia de que la Constitución Política de 1991 consagre un modelo de descentralización administrativa que propende por el desarrollo equitativo de las regiones colombianas. Este punto es de un carácter tan profundo en el ordenamiento, que durante el tránsito al nuevo Sistema General de Regalías pudo verse al entonces ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry, posar ante los medios de comunicación junto a un sendo cartel con la leyenda “No voy a centralizar las regalías”.Al final, como las regiones son las que tienen el control, el discurso del 10% de regalías bien puede consistir en disfrazar con ropaje de Ciencia una modalidad, ciertamente innovadora, de transferencia de recursos a las regiones.  Esa, es una de las claves para comprender por qué la “locomotora de la innovación” nunca arrancó, ubicándose como uno de los mayores descalabros del gobierno que termina.

Al hablar de esa “mermelada científica” no es preciso decir que el Gobierno Nacional destine esos “fuertes componentes de inversión” a la Ciencia. O al menos no directamente. Los destina a las regiones colombianas a través de las gobernaciones de los departamentos quienes no constituyen a la fecha ningún “sector” organizado en materia científica. En teoría, las regiones orientarán esos recursos a la inversión en Ciencia de acuerdo a sus planes y políticas de CT+I, bajo el supuesto de que tales cosas existan en cada departamento.  ¿Y eso qué tiene de malo? Pues hay motivos de sobra que hacen de esta una situación muy preocupante. Sucede que las regiones con el suelo más rico han tenido en el pasado numerosas oportunidades de manejar cantidades de dinero, mucho más cuantiosas que las actualmente disponibles en el Fondo de Ciencia y Tecnología del SGR, y a pesar de ello no despegaron a su gente de la más vergonzosa miseria. Bajo el anterior sistema, 7 departamentos con el 17% de la población del país recibieron el 80% del recaudo de regalías. Así, municipios como Castilla en Meta, o la Jagua de Ibirico en Cesar, obtuvieron ellos solos, año a año, más recursos que todo el departamento de Nariño, por ejemplo. Cuando han tenido la oportunidad, estos territorios han decepcionado, bien con los más graves escándalos de corrupción, bien con los mejores ejemplos de elefantes blancos, y a veces con ambas cosas al mismo tiempo: la piscina con olas, el velódromo de Arauca, una planta procesadora de yuca que nunca operó en Casanare, el tobogán sin piscina en el tristemente célebre Parque de la Vida en Meta, etc. Cualquiera que visite estos territorios se decepcionará con la visión de desarrollo que han tenido sus gobernantes: desabastecimiento de agua potable, rezago educativo, pésimo acceso a la salud, falta de infraestructura mínima, etc. Las regiones solo han dado ejemplos de descentralización desvirtuada y pervertida, en donde municipios y departamentos se hallan en manos de roscas o clanes familiares que utilizan indebidamente el poder. Lo único que hay diferente ahora es aquello de “distribuir la mermelada sobre toda la tostada”, una nueva oportunidad para las regiones, aunque esta vez para todo el territorio colombiano y no solo para las zonas productoras.

 

La oportunidad histórica que ofrecen las regalías para la Ciencia es muy real, pero puede desaprovecharse de manera fatal para el futuro del país, no solo por cuenta de la corrupción a la que son tan propensos estos recursos, sino por cuenta de una destinación a actividades y proyectos de ningún valor estratégico. Aunque el SGR y su Fondo de CT+I llevan poco tiempo de implementación, ya puede concluirse que muchas inversiones, así se lleven a cabo de manera transparente, no cumplirán con los objetivos de desarrollo que esos recursos deben cumplir.

Lo más preocupante en medio de semejante desorden es la falta de un hilo conductor definido o de una visión de país clara en materia científica. Si se llega a que el combustible de la “locomotora de la innovación” son las regalías para la Ciencia, puede concluirse que “esa tal locomotora, no existe”. En el segundo tiempo del Presidente Santos, el reto no es solo que cada región se encamine individualmente hacia el desarrollo por la senda del conocimiento, sino que el país entero, tome ese mismo camino con un avance del país como conjunto a partir del avance de sus partes. De lo contrario, su “locomotora” que en cuatro años no arrancó, va a ser el mayor monumento a las promesas incumplidas en la historia de Colombia

Imagen tomada de: www.sanmiguel.com.sv

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