Por: Marta Sáenz Correa
Desde temprana edad he cultivado el hábito de la lectura y disfruto mucho visitar librerías e investigar en temas que sean de interés y utilidad para todos. En esta oportunidad, me encontré una guía práctica para superar el estrés, del círculo de lectores, el cual me pareció interesante compartirles.
Pese al uso generalizado del término estrés en el lenguaje cotidiano y en los medios de comunicación, su definición como concepto clínico no es fácil. El estrés no es una enfermedad y no tiene un origen específico, sino varios. Tampoco provoca unas reacciones concretas, pues los síntomas varían notablemente de un caso a otro, y las personas afectadas suelen describirlos como cambios físicos (constantes dolores de cabeza), emocionales (estoy de mal humor), o conductuales (fumo mas), o como una combinación de todos ellos.
El estrés es la respuesta del sistema nervioso a un acontecimiento o una situación que se percibe como una amenaza. Cada periodo de la vida: infancia, adolescencia, edad adulta, madurez y vejez conllevan unas vivencias y circunstancias específicas. Algunas de ellas reportan gozo y felicidad; otras resultan traumáticas. Hoy se cree que el trabajo es la principal fuente de estrés, sin embargo casi todas las experiencias de la vida pueden provocar estrés, según como las asuma el individuo. Los psicólogos han identificado situaciones potenciales de estrés comunes: los nacimientos, las enfermedades, los accidentes, las relaciones sentimentales, los matrimonios, los problemas económicos, los divorcios y las defunciones.
Para superar el estrés es preciso identificar las causas que lo originan y modificar nuestra forma de concebir las situaciones potencialmente estresantes. Controlar el estrés implica eliminar los factores que lo provocan y mitigar sus efectos negativos. Ingerir los alimentos adecuados y practicar ejercicio con regularidad producen numerosos beneficios, nos ayuda a mantenernos fuertes y saludables; la relajación, es una de las actividades más eficaces para controlar el estrés; y las técnicas de respiración, meditación y la visualización reducen los niveles de estrés debido a que relajan la mente y ayudan a eliminar los pensamientos estresantes.
Quienes piensan positivamente, tienen la habilidad de amortiguar los efectos psicológicos del estrés, como la apatía, la ansiedad o la irritabilidad, saben motivarse y desenvolverse mejor, su salud es óptima y resisten bien los efectos del estrés. La mentalidad positiva es característica de las personas optimistas y esperanzadas, y suelen ser un rasgo común de aquellas consideradas como las más resistentes al estrés. A las personas de personalidad fuerte, no siempre les resulta fácil ver la cara buena de las cosas, especialmente cuando se está bajo condiciones de estrés.
Generalmente tendemos a subvalorar las facetas positivas de la vida, sobre todo cuando nos encontramos en un estado de estrés. Una buena estrategia para pensar de modo positivo es elaborar una lista con los aspectos positivos de nuestra vida. Ello puede ayudarnos a obtener una perspectiva clara de los problemas actuales y a valorarlos
en su justa medida. Luego nos ayudará a reflexionar sobre aquellos cambios que nos gustaría efectuar para mejorar nuestra vida.
La Asociación Americana del Corazón sugiere hábitos para combatir el estrés: hablar con familiares y amigos, realizar actividad física diariamente, reír a carcajadas, eliminar los malos hábitos, sacar tiempo a las cosas importantes, dormir lo suficiente, ser organizados, ayudar a un amigo, devolver un favor y tratar de no vivir preocupados. ¿Estamos cultivando alguno de estos hábitos? Les dejo la inquietud.