El País que se hizo a tiros

Por: Horacio Serpa

Así se titula un reciente libro del historiador Gonzalo España, en el que comenta nueve guerras civiles desde 1810 hasta 1903, con interesantes análisis que hacen caer en cuenta la desgraciada violencia que afectó a nuestro pueblo durante todo el siglo XIX. Advierte el escritor que a lo largo de la centuria ocurrieron también otros enfrentamientos mortales, sangrientos, destructores, que solo cesaron cuando terminó la guerra “de los mil días”, en medio de las peores desgracias. Entre estas, la pérdida de Panamá.

 

La primera guerra que describe el escritor santandereano se libró entre los criollos, tan pronto como se declaró la independencia. ¡Increíble! En cambio de consolidar la separación de la metrópoli, nuestros antepasados se agarraron a cañonazos porque unos eran centralistas y otros federalistas. Después de muchos muertos y de mucho horror, cuando pudieron librarse de los españoles se siguieron matando entre ellos, por cuestiones regionales, por color político, por religión, por la economía, por la producción, porque cada poblado quería ser independiente y tener su propia Constitución.

 

El siglo XX comenzó en la ruina total. Cada familia tenía sus historias y sus muertos. Las disputas políticas fueron escasas porque dominaba uno solo de los partidos, hasta 1930 cuando los liberales pudieron ganar aprovechando una división conservadora. Hubo violencia liberal contra los azules. En 1946 otra división aseguró el poder a los conservadores, que hicieron violencia contra los liberales. Se necesitó una dictadura y un pacto bipartidista para que rojos y azules dejaran de matarse. Pero ese Frente Nacional fue excluyente. En adelante los muertos serían por otras razones. Siguió la matanza.

 

 

Es la guerra del último medio siglo, que ahora se quiere detener. Ya se logró la paz con el M-19, el Epl, el Quintín Lame, el Prt, el Bateman Cayón, la Corriente de Renovación Socialista, y falta hacerla con las Farc y el Eln. Hay inconvenientes, oposición, intransigencias, mucha violencia todavía, pero hay que perseverar para terminar el horror de dos siglos de sangre.

Si el recuento de Gonzalo España nos estremece, los sucesos del siglo anterior y estos últimos años de horror, de perversidades, de traiciones, deben hacernos reflexionar para que todos seamos militantes de la paz. Los dramáticos aconteceres de todas nuestras guerras y disputas violentas están representados en la desigualdad, el narcotráfico, la corrupción, la pobreza, el atraso político, económico y social que sufrimos.

No hay excusas para seguir la guerra. De alguna manera todos estamos involucrados en ella y por eso todos tenemos obligaciones con la convivencia. Si la terminación de la subversión ha de firmarse en La Habana, vivir en paz depende del resto. Sería una vergüenza y la más solemne tontería dejar escapar la oportunidad. Está en las manos de todos.

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