Por: Horacio Serpa
Definitivamente las Farc renunciarán a la lucha armada y se incorporarán a la vida democrática de los colombianos. Lo acaban de anunciar en La Habana. Es de celebrarlo. Durante 50 años se mantuvieron en rebeldía tratando de tomarse el poder para producir en el país un cambio revolucionario, sin lograrlo. Lo intentaron, tuvieron momentos de triunfos y de esperanza, en varias ocasiones dialogaron con distintos gobiernos buscando acuerdos políticos que permitieran espacios de convivencia que nunca llegaron. Ahora, después de dos años de encuentros, vivimos el momento esperado por todos los colombianos.
No podemos pensar que en pocas semanas se materializará el grande y definitivo acuerdo. Pero vamos por la senda correcta, sin marcha atrás. Faltan difíciles decisiones, de lado y lado: convenir los puntos básicos de la desmovilización, lo relativo a las armas y la forma de incorporarse sin fierros en las manos a una sociedad que los espera expectante, nerviosa, entre alegra e incrédula, convencida de que sin guerrilla comenzará una nueva vida para todos.
El gobierno ha puesto mucho para alcanzar este momento, a partir de aquel en el cual el Presidente Santos se desmarcó del concepto de “la amenaza terrorista” para reconocer que existe “un conflicto armado”. Fue un momento de quiebre que generó graves confrontaciones políticas que se mantienen, pero abrió el camino al proceso de paz que debe terminar este año. Debemos reconocer que las Fuerzas Militares y de Policía pusieron una alta cuota de sacrificio y que su lucha impidió el triunfo subversivo. Aun cuando no estamos en un caso de rendición, los acuerdos de Cuba serán motivo de alegría y victoria en la Fuerza Pública.
Dijeron las Farc que se convertirán en Partido Político. Importante determinación, máxime que también expresaron el propósito de “impulsar las grandes reformas”. Muchas veces he dicho que sin reformas estructurales, es decir, a fondo, que cambien el modelo de sociedad existente, no llegaremos a la paz deseada, que, como tanto se pregona, debe ser “estable y duradera”.
A eso debemos dedicarnos. ¿Incluso con las Farc convertida en Partido Político? Desde luego, pues la tarea será de las voluntades democráticas que deseen un país incluyente, ético, justo, desarrollado, en el que todos quepamos, con oportunidades para la igualdad, la emulación política con garantías, la libre empresa, la prosperidad general y una justicia recta, imparcial y oportuna.
¿Será verdad tanta belleza? Claro, si nos lo proponemos, solidarios, sin egoísmos, con reglas claras, autoridades transparentes, ciudadanos que sepan cuáles son sus deberes y los cumplan.
Si acabamos la guerra que sea para siempre. Hace 200 años luchábamos para independizarnos y lo logramos. Nos quedó la manía de pelear, hasta hoy. Por eso somos pobres, nos han explotado y no valemos lo que merecemos. Adelante con el proceso de paz. “Atrás, ni para coger impulso”.