Por: Marta Sáenz C.
Soy asidua lectora de los libros de Jaime Jaramillo, y Volver a lo Básico, es uno de esos que he leído en varias ocasiones y que disfruto cada vez que lo leo. El libro contiene un capítulo especial relacionado con los apegos, que considero de vital importancia y que les voy a compartir a continuación. En él, el autor afirma que todo esfuerzo por tratar de aferrarnos a algo o a alguien nos debilita, nos hace sentir desgraciados, porque tarde o temprano desaparecerá. Apegarse a algo ilusorio, transitorio, o incontrolable es el origen del sufrimiento. Podemos perder fácilmente lo que hemos adquirido o creemos poseer, porque todo es efímero.
Desde temprana edad nos enseñan a ser poseedores de cosas, poderosos, manipuladores, deseados, admirados o aprobados. Allí radican nuestras angustias y frustraciones. No lograr aquello que deseamos nos perturba y nos roba la felicidad, la paz interior, y el deseo se convierte en apego. El problema del apego es buscar infructuosamente la felicidad en un agente externo, sea en un objeto, una circunstancia o una persona, y al creer que lo encontramos y nos aferramos a él perdemos autonomía, libertad y paz interior. De ahí se deriva una gran desilusión y como consecuencia final la depresión.
Cuando aceptamos el apego en nuestras vidas, depositamos nuestra felicidad en manos de otros. Ya no depende de nosotros ser felices y empezamos a vivir condicionados, nuestras vidas se basan en tener y no ser, estamos siempre preocupados por lo que piensan los otros, no somos felices si no tenemos todo lo que deseamos, y no podemos ser felices si prescindimos de lo que ya tenemos. El apego es control y posesión.
El apego se nutre del miedo y cuando este reina en nuestro corazón todo se ve distorsionado. El temor a perder la comodidad, el bienestar o el placer hace que nos engañemos y de paso nos sacrifiquemos para vivir en una supuesta armonía con una falsa ilusión de estabilidad es el causante de tantos malentendidos, acompañados de baja tolerancia y frustración. El verdadero problema no es querer, amar o desear; el problema radica en querer a toda costa, amar con dependencia y permanecer adheridos a eso que nos obsesiona.
Es importante aprender a vivir sin apegos, por ello cuando amas lo que haces y haces lo que amas, sientes pasión y amor por todo lo que realizas, disfrutando de tu paz interior que te inmuniza del virus del apego, te abres a experiencias totalmente diferentes y tu energía fluye y se canaliza a otras direcciones. Ser posesivo y manipulador es muy diferente de ser independiente y desprendido, pero responsables con los seres queridos. Esto no significa que los vas abandonar o a despreciar; por el contrario, los vas a integrar, disfrutar y amar a plenitud, sin los condicionamientos y límites del ego.
No centres tu atención en las cosas que no tienes, concéntrate y disfruta lo que tienes en este momento. Si aprendes hacerlo, confirmarás que es todo lo que necesitas para ser feliz. Si sabes que puedes perder fácilmente tu bienestar, tu riqueza y tu pareja, lo disfrutarás mientras te dure, y dejarás todas las prevenciones. Disfruta del amor real que es espontáneo, osado, imprevisible y fluye libremente. Se autosuficiente, no seas cómodo, ni recostado; deja de jugar el papel de parásito y desprenderte de todas esas ataduras que no te dejan actuar espontánea y eficientemente para conseguir tus metas.