¿Somos resilientes? –Forjadores?
*Marta Saenz Correa Todos los años saco el rato y me voy a la feria del libro, evento que disfruto y aprovecho para comprar los libros de mi preferencia. En esta ocasión, entre los escogidos, Todos Somos Resilientes de Valeria Schwalb, ofrece una mirada novedosa sobre el concepto de la resiliencia, capacidad que todos tenemos para superar las heridas más profundas y salir fortalecidos de ellas. La resiliencia es una capacidad, estado o habilidad que tenemos todos los seres humanos para salir adelante, evolucionar o trascender de una situación o momento de crisis y que permite identificar características personales y sociales que de otro modo muy probablemente no hubieran quedado latentes. También, se trata de que un evento adverso no corrompa la esencia de lo que somos, no destruya ni altere las bases, pero nos permita seguir siendo nosotros mismos y conocernos mejor. Tolerar la frustración es esencial para enfrentar los problemas; es aceptar que algunas cosas no podrán repararse, y lograr que lo irreparable no me destruya a mí mismo; es tolerar más y enojarnos menos; se trata de la capacidad de comprender que no todo es como queremos y que no podemos obtener todo lo que deseamos. La residencia y la tolerancia a la frustración nos permiten seguir motivados para salir a buscar otras alternativas. La tolerancia también se aprende, se entrena, como un musculo, y es un requisito fundamental para poder desarrollar la capacidad de resiliencia. Además, debemos aprender a aceptar que nos podemos sentir mal por un tiempo y que ello no conlleva a la destrucción total. Ante la explosión de una situación muy dolorosa podemos llegar a sentirnos devastados, arruinados, y tener la sensación de que jamás podremos superar lo vivido y que no podremos volver a ser nosotros mismos. Con el tiempo, y para nuestra sorpresa, empezamos a encontrarnos en la tarea de reconstruir. Los hechos más difíciles de la vida son oportunidades únicas que nos permiten encontrarnos con nuestra capacidad resiliente: poder reparar, reconstruir, y ser capaces de superar hasta el dolor más profundo. Aprender a perder, es apostar a ganar. Además, una persona feliz es una persona resiliente, ser feliz no tiene que ver con las circunstancias que nos toque vivir, sino con el modo en que las enfrentamos y las actitudes que tomamos. La resiliencia nos enseña que podemos ser felices, mas allá de lo que nos pase y a partir de ello la felicidad no es un momento, ni un instante, ni la suerte de algunos. Tampoco depende de lo que tengamos o no tengamos. La felicidad es un estado que la resiliencia nos permite sentir, registrar y vibrar. Todos somos potencialmente resilientes, pero hay quienes deberán esforzarse más para alcanzar estas capacidades. La resiliencia, por tanto, es dada, aprendida, podrá ser construida con dedicación y se trata de un proceso dinámico que se ve influenciado por la situación emocional de la persona. Para finalizar, es importante sembrar semillas en nuestros hijos para que ellos puedan superar las crisis de la vida, como son las demostraciones de afecto y cariño, las miradas cómplices, el abrazo oportuno, la caricia tierna; y ofrecerles un ambiente cálido; estimularles la autoestima; detectar y promover el desarrollo de las cualidades personales; compartir, transmitir y fomentar valores y normas; ofrecer oportunidades; fomentar la aceptación de las diferencias, porque nadie es igual a nadie, y la cohesión, es decir, la intensidad de los lazos emotivos que unen a una familia; e incentivar la comunicación entre los miembros, las palabras y el silencio compartido.
Feminicidios: Los procedimientos inquisitivos
Por: Luis Alfonso Fajardo Uno de los aspectos más estudiados recientemente por los criminólogos actuales respecto del Malleus Maleficarum, es justamente la tercera parte del texto que son los temas jurídicos y procesales, porque como lo señala Zaffaroni: Este texto de altísima circulación en los dos siglos posteriores y deslegitimado en definitiva apenas en 1701 por obra de Christian Thomaius, durante los tres últimos siglos fue reducido a la condición de objeto de curiosidad o de interés sólo para historiadores de la Inquisición, pero silenciado completamente por los penalistas. (Zaffaroni 2005, p. 153-177). La primera cuestión planteada es la siguiente: ¿Cuál es la forma más justa de iniciar un proceso de fe contra las brujas? Se responde a esto con que existen tres maneras previstas por el Derecho, según Krämer y Sprenger (1487): 1. Cuando alguien acusa a otro ante el juez por un crimen de herejía o de protección de herejes, ofreciendo probarlo y someterse a la ley del talión si no lo consigue; 2. Cuando alguien denuncia a una persona, pero sin ofrecerse para la prueba ni querer verse inmiscuido en el asunto, pero él denuncia o bien por el celo de la fe o porque hay una sentencia de excomunión dictada por el Ordinario o su vicario contra aquellos que se nieguen a denunciar, o porque el juez temporal amenaza con una pena temporal; (3) Esta manera es la que implica una inquisición: no hay acusador ni denunciador, pero corre el rumor por la ciudad o por la región de que hay brujas. Entonces el juez no debe proceder a instancia de nadie, sino en razón de su cargo. (Krämer y Sprenger 1487, Tercera parte, p. 435) De las tres maneras mencionadas de iniciar el proceso, la última es la más común ya que es secreta y porque el denunciador y el acusador no tienen que comparecer. Pero si en alguna ciudad o lugar existiese la opinión general de dedicarse a la brujería contra alguna persona, y si sobre esta base el juez quisiera proceder de oficio, sin situación general, simplemente porque llega con frecuencia este rumor hasta sus oídos, entonces puede iniciar el proceso en presencia de las susodichas personas de la forma siguiente: En el nombre del Señor. Amén. En el año del Señor, tal día tal mes, ha llegado hasta los oídos de tal juez u oficial de tal lugar, de tal forma insistente el rumor persistente y la común opinión de que tal persona de tal lugar ha dicho y hecho cosas que parecen ser brujerías contra la fe y el servicio de la República. El proceso comienza por una citación general colocada en las puertas de la iglesia parroquial, o de la casa municipal. (Krämer y Sprenger 1487, Tercera parte, p. 437)