BRONX: UN INFIERNO QUE SE TENÍA QUE INTERVENIR
Foto gracias www.bogota.gov.co Por: Germán Archila @Germancho101 Para muchos lectores hablar de la calle del Cartucho, es sensación de inseguridad, fue una mítica zona en el centro de Bogotá donde convivían diversos problemas sociales, habitantes de la calle, expendio de droga, tráfico de artículos robados, entre otros. A mediados del año 2.000 el Cartucho fue intervenido por las autoridades, pero en ese mismo momento se empezó a consolidar otra zona para reemplazarlo, la conocida como «El Bronx». El Bronx es un sitió ubicado entre las calles 9 y 10 y las carreras 15 y 15ª, muy cerca a la Plaza España, durante mucho tiempo y a la vista de todos se escondían los perores vejámenes y problemas sociales de la capital. El sábado 16 de Mayo, las autoridades decidieron intervenir realizando un operativo en la madrugada para desalojar y acabar con esta olla de droga, donde se realizaban todas las acciones delictivas posibles. Los días que han pasado después de la intervención del estado, van arrojando datos escalofriantes como casas de pique, centros de tortura, pero tal vez lo que más ha causado dolor y estupor es la cantidad de niñas y niños llevados por la droga, que eran prostituidos y esclavizados por las mafias que se paseaban sin ningún control por la zona, más de 200 menores de edad fueron rescatadas en situaciones lamentables. Se han recibido varias críticas de diversos sectores sobre la forma de proceder de la Alcaldía y la policía, que no debió haberse hecho el operativo sin tener en cuenta donde reubicar a los habitantes de la calle o no entrar a la fuerza sino buscar un programa de resocialización para las personas que han sido consumidas por este mundo. Bajo estas premisas ¿cuánto tiempo debían esperar las niñas y niños que estaban sufriendo vejámenes? sin que nadie los protegiera, ni se interesará por ellos, no hay razón que ninguna zona de la ciudad este vetada al estado, ni a la ciudadanía. La corrupción, la indiferencia, han llevado a que estos sitios crezcan. Si las autoridades no establecen una persecución a estas bandas, en un tiempo se repetirán estos operativos en otras zonas donde se mude el negocio, lo más lamentable de las historias que se conocen de la forma de operar de esta olla. La complacencia de la Policía, es inaudito que el director del CTI tenga que decir que para poder intervenir el Bronx debieron recurrir a agentes afuera de la ciudad porque habían filtraciones y la autoridad era cómplice de estos vejámenes. Es cierto que no se soluciona el tema del narcotráfico y las ollas del centro con un solo operativo, pero intervenir para rescatar un niño o niña que está siendo explotada y esclavizada es un gran paso, que ya valió la pena.
Las columnas del poder en la Nación – Bronx
Foto Tomada de www.facebook.com/AlcaldiaDeBogota/ Luis Alfonso Fajardo Sánchez Los hallazgos “recientes” de los hechos criminales cometidos en el llamado sector del Bronx deberían llevarnos a reflexiones importantes, más allá de los titulares de los medios de comunicación, para los cuales, esta noticia seguramente habrá desaparecido la próxima semana. Quiero desarrollar el concepto de Nación – Bronx, un territorio ubicado en el centro de la ciudad de Bogotá con una extensión circular de 400 metros a la redonda. A partir de este concepto voy a realizar una reflexión sobre las columnas del poder en nuestro país. De un lado, los poderes fruto del desarrollo de la democracia y las luchas por la libertad, la igualdad y la fraternidad, representados por los poderes públicos garantes de estos valores superiores y del otro, los poderes de facto, el poder real. El poder ejecutivo de nuestro país, el huésped de la Casa de Nariño, nuestro presidente de la República, además de ser el comandante supremo de las fuerzas armadas, es el poder encargado de crear y ejecutar las políticas públicas del país. Esta columna del poder de Nación – Bronx, está ubicada a 7 minutos a pie, de la calle del Bronx. El Batallón de infantería N° 37, encargado de la seguridad del presidente y su familia, está ubicado a 3 minutos de distancia. Igualmente el Poder Ejecutivo de la ciudad, el jefe del orden público de la ciudad de Bogotá, tiene su sede en el Palacio de Liévano a 9 minutos de la calle del Bronx. Otra de las columnas del poder de nuestra democracia se halla frente a la Casa de Nariño, el Congreso de la Republica, otro de los poderes garantes de la participación y la representación popular, este poder tiene la facultad de discutir y aprobar las leyes en nombre del pueblo con el fin de garantizar los derechos y las obligaciones de sus habitantes del país. El Capitolio Nacional sede del Congreso de la República, otra de las columnas del poder de la Nación – Bronx, está ubicada a 9 minutos, a pie, de la calle del Bronx. Justo mirando al Capitolio Nacional, se levanta orgulloso y digno el edificio remodelado del Palacio de Justicia, la tercera columna del poder de la democracia. Encargado de administrar justicia y solucionar los diferentes conflictos surgidos en la sociedad. Esta columna del poder de Nación – Bronx, está ubicada a 10 minutos de la calle del Bronx. A esta columna también pertenece la Fiscalía General de la Nación, el órgano investigador independiente de la Nación Bronx. Estas tres columnas del poder público: Ejecutivo, Legislativo y Judicial; representan los mejores valores de la sociedad y son herencia de las luchas contra la tiranía, su buen funcionamiento es la mejor garantía para el respeto de los derechos y deberes de los ciudadanos de nuestro país. La calle del Bronx está ubicada en el centro de esta Nación – Bronx. En esta calle está enraizada una clara evidencia de la cuarta columna del poder de Nación – Bronx. Esta cuarta columna representada por la delincuencia, el narcotráfico, los grupos armados ilegales, la corrupción, etc., de la Nación – Bronx. Este cuarto poder, ha logrado, como ningún otro, permear a los tres poderes públicos, las evidencias recientes y pasadas, son abundantes. Las cuatro columnas del poder de esta Nación – Bronx, comparten un espacio territorial de 400 metros a la redonda. La columna del poder, fuente de toda autoridad, el pueblo de Nación – Bronx. Somos yo, tú, el, nosotros, todos somos el poder soberano. La columna de los grandes cambios revolucionarios en las luchas por la libertad y la democracia. Nosotros la columna de los cambios y luchas por la dignidad. Nosotros estamos ubicados en el centro de la Nación – Bronx. Nosotros quienes vemos sin mirar a los habitantes de calle. Nosotros, el poder soberano, les hemos creado nombres infames, indignos y degradantes refiriéndonos a estos seres humanos como “desechables”. Nosotros los indolentes, los insensibles. Nosotros la columna camaleónica pretendemos ser invisibles ante los cientos de crímenes ocurrido en la Nación – Bronx. Todos los cinco poderes de la Nación – Bronx, las cinco columnas del poder, somos responsables de los graves crímenes “descubiertos”, después de más 36 años de existencia de la calle del Bronx. Esta calle comenzó a ser la sede de un sector de la cuarta columna del poder desde 1980. Todos los poderes sabíamos lo que allí estaba ocurriendo. Todos guardamos silencio. Las víctimas de la acción u omisión de estos cinco poderes, como siempre, son las personas más pobres, niños, niñas, personas con adicción al consumo de drogas, personas desplazadas por la violencia, personas con enfermedades mentales, ancianos. La columna del cuarto poder de esta Nación – Bronx está enraizada en cientos de calles del Bronx ubicadas en todas las ciudades del país o sea, de esta Nación – Bronx.
Tener paz es un derecho; apoyarla un deber
Horacio Serpa Es muy difícil entender a la gente. Llevo cincuenta años escuchando quejas, reclamos y denuncias por las acciones ilegales de la guerrilla, con razón. Ha sido una larga y triste historia de sangre, de abusos, de destrucción, saturada de todas las irregularidades, atropellos, arbitrariedades que se puedan imaginar, atribuibles no solo a la subversión sino a los paramilitares, al narcotráfico, a la delincuencia común y a agentes del mismo Estado. Una grande y desgraciada anarquía que solo nos ha dejado dolor, lágrimas, ruina y desesperanza. Se hizo de todo para acabar con la subversión por la vía armada. Fue medio de siglo de confrontación a cargo de las fuerzas Militares y Policiales, a un alto costo de vidas y de presupuesto, que se perdieron en una guerra inútil, obligada por quienes pretendieron llegar al poder por medio de la violencia y rechazada por los legítimos guardadores de la institucionalidad. Guerra cruel que casi todo lo dañó, que frustró las posibilidades de una vida grata para los colombianos y que inundó muchos espacios políticos, sociales, empresariales, comunitarios y gubernamentales, de corrupción y de perversidades. No es un secreto que la guerra no es buena para nada ni para nadie; desde cualquier lado por el cual se la mire, es mala para todo y para todos. Ahí es donde resulta difícil entender a mucha gente, que se empeña en desdibujar, en tergiversar, en bloquear cualquier intento que se haga por terminar la confrontación violenta por métodos diferentes a la confrontación mortal. Francamente no lo comprendo a pesar de todos los argumentos, muchos traídos de los cabellos, que cada día se inventan para impedir que salgan adelante los esfuerzos que el Presidente Santos viene adelantando en La Habana con las Farc. ¿Será que quieren más guerra, más muertos? Se desviven por decir que no, que son agentes de la paz. ¿Cuál paz? La paz está en los Acuerdos próximos a firmarse. La otra es la paz de los sepulcros. La tesis de que los funcionarios públicos no podrán hacerle campaña al plebiscito, es descabellada. ¿Cómo negarle a la gente la posibilidad de vivir sin las angustias ni las consecuencias de la guerra, en convivencia? Sería, además de inhumano, inconstitucional, pues el art. 22 de la Carta señala que la paz es un derecho fundamental. Pero además, al tenor de la misma norma, la paz es un deber. Quiere ello decir que cada persona, así sea empleada oficial, debe trabajar para conseguirla. El plebiscito es la forma apropiada de hacerlo. A los empleados públicos se les sataniza acusándolos de mermelados y clientelistas, desconociendo su formación profesional y la importancia de sus trabajos. Con criterio absurdo y valetudinario se les prohíbe participar en la actividad política, cuando es otro derecho constitucional. Ahora se les quiere amordazar para que no opinen sobre los acuerdos que van a terminar con la guerrilla. No es posible tan alto grado de extremismo. ¡El deber es luchar para que llegue la paz!
¿Somos de vocación mediocre?
*Marta Sáenz Correa En su libro, ¿Porque fracasa Colombia?, el Comunicador y Filosofo Enrique Serrano, desnuda realidades nacionales, las cuales despoja de los falsos patriotismos, recordándonos que no somos lo mejor del mundo. El titulo del libro parte de la premisa de que Colombia fracasa, que es una nación que no se comprende, y no sabe a donde va. Afirma con contundencia que somos una nación adolescente, soñadora, que todavía no sabe que va hacer cuando grande. Igual que los adolescentes, esta tratando de postergar esa toma plena de conciencia. Con claridad afirma Serrano: Colombia es una nación de vocación mediocre. Esto no quiere decir que todos lo sean, pero una vocación así lo hace a uno del montón. Hay una mediocridad institucionalizada: seguimos contentos como estamos, aunque no sea suficiente, siempre estamos ahí, en la media, porque brillar es peligroso, es «dar papaya» para que a uno le caigan encima. Eso nos hace conservadores, no solo en el sentido político, sino en el cultural. También afirma que somos individualistas, como todo es provisional, siempre se tiene un plan B. Esa consideración hace a los colombianos avezados y audaces en lo individual, pero los problemas empiezan cuando muchos deben ponerse de acuerdo sobre algo; al pueblo colombiano le faltan los grandes consensos. El autor, nos define como una nación de ciudadanos medianamente honestos, bien hablados, bien vestidos, aseados y corteses en sus modales, pero resignados, esnobistas, obsesionados por blanquear su sangre, deslumbrados por todo lo extranjero y dados a descrestar a los demás fanfarroneando con sus mediocres logros o sus hipócritas virtudes. Somos también un pueblo moralista de marcada religiosidad ritualista, en el que aunque la iglesia ha jugado un importante papel civilizador, practica un catolicismo con rasgos judíos. Dentro de la generalidad, el escritor enfatiza en los rasgos culturales de los colombianos y, afirma que existe una forma de ser y de pensar que, en gran medida, nos define, nos diferencia y nos condiciona hacia el futuro. Si para Octavio Paz lo que define a los mexicanos es una profunda soledad y un miedo terrorífico a darse a conocer, para Enrique Serrano el nuestro es un país de desconfiados, de gente que pasa de agache, de temer que alguna cosa derive en algo grave que es lo que siempre esta temiendo un colombiano, de mediocres, y de conservadores incapaces de lograr acuerdos. En conclusión, el autor nos presenta una descripción de nuestra idiosincrasia hispánica en el cual nos deja la reflexión: si somos una nación de lo que el llama de buenos alumnos, personas que quieren pasar las materias sin brillar mucho, ¿Somos los Colombianos de vocación mediocre?
PUEBLOS INDEFENSOS
Así como la libertad, la igualdad y la fraternidad fue la divisa que guió el rescate del individuo de la oscuridad y la indefensión en la que lo tenían los diferentes regímenes feudales, con base en las cuales se generaron los diversos actos emancipación de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, de igual manera se hace necesario que los Estados contemporáneos la tengan en cuenta para adelantar los procesos de rescate de los pueblos que lo requieran. Pues, si bien es cierto que a partir de aquella época comenzó el proceso de emancipación y construcción social y política de las distintas naciones europeas y americanas, con la correspondiente abolición de la esclavitud, lo cierto es que este proceso parece no haber terminado. Ello parece demostrarlo la realidad contemporánea. Porque, de un lado, la esclavitud personal se ha tornado en el trato indigno de las personas como cosas, tal como acontece con la trata de blancas (o comercio sexual de personas), el tráfico de personas (la explotación de migración de personas a otro país), la trata de doméstica (tráfico por servicio doméstico o sexual a nivel internacional, etc.). Y porque, del otro, los pueblos no solo siguen siendo manipulados, sino que, en ciertos casos, continúan siendo excluidos, burlados o engañados en su participación decisoria y, en algunos eventos, llegan a estar indefensos frente a la opresión, principalmente religiosa y política. En efecto: El surgimiento contemporáneo de la opresión religiosa se manifiesta hoy día, en el autodenominado Estado Islámico. Porque implica el sometimiento forzado a una convicción religiosa, que, en esencia, no solo excluye otras convicciones religiosas y las demás convicciones civiles o extrareligiosas sobre las libertades y derechos humanos de todas las personas, con base en la cual también someten a las personas a una teocracia (gobierno religioso), que se hace descansar en una aparente fundamentación religiosa, impidiendo conocer conscientemente otras formas de gobiernos civiles. Por lo tanto, son pueblos que, no solo se encuentran obnubilados por los temores a las amenazas o por los estímulos de los beneficios divinos y terrenales, sino que también desconocen alternativas religiosas, espirituales o civiles, o los conocen distorsionadamente. Por lo que carecen de libertad e información suficiente para evaluar consciente y racionalmente la adopción de sus creencias. Lo mismo acontece con la “opresión o manipulación política”, esto es, con el sometimiento forzado o disfrazado con el que determinados sistemas (como el comunista, el socialista mercantilista, etc.), gobiernos o ideas políticas no solo le vulneran la dignidad de los pueblos, sino que: Los menosprecian, sometiéndolos a la guerra, como ha sucedido con los nuevos Estados Europeos; o los conducen al desabastecimiento y la concentración de poder (Dictadura), como ha ocurrido en Venezuela; o los obligan a una constante migración, como ha acontecido con las guerras del medio oriente; o les ocultan la ambición de perpetuarse, como ha ocurrido con muchos gobiernos continentales que han propuesto la reelección indefinida; o les maquillan la corrupción de los dirigentes, como ha ocurrido en Guatemala y Brasil; o les atemorizan, mediante violencia y terrorismo, tal como ha ocurrido en Colombia con las organizaciones guerrilleras, y, en general, en todos aquellos casos en que los gobiernos han conducido a los pueblos a la represión política con apoyo militar o policial, al ocultamiento (con apoyo de medios de comunicación social) de la realidad del atraso social; y al sometimiento forzoso de la sucesión de gobiernos sin responsabilidad política efectiva para con sus pueblos. De allí que se haya creado una indefensión frente a la clase política, que se manifiesta en su desconfianza. De allí que, en prevención de rupturas violentas y con independencia del régimen penal internacional, corresponda a la comunidad internacional crear mecanismos políticos idóneos para asumir colectivamente la defensa de los pueblos que lo requieran, con absoluta o relativa independencia del Estado, a quien se le imputa seriamente el desconocimiento del derecho de un pueblo a su supervivencia digna, debido a la existencia de un conflicto de interés en el punto. Ello también encuentra justificación en que si los Estados están regidos por el “principio de la autodeterminación de los pueblos” que impide la injerencia de los demás Estados, también es cierto que el mismo principio comprende implícitamente “el derecho a la defensa necesaria para autodeterminarse”. Porque los Estados son consecuencia de la autodeterminación de los pueblos; y ésta, a su turno, es consecuencia del derecho de los pueblos a defenderse y exigir la protección necesaria para la autodeterminación. De allí que no puedan los Estados abusar del principio de autodeterminación, para desconocer a su pueblo, ni para colocarlo en indefensión o vejación. Ni para violentar impunemente las verdaderas libertades y derechos de aquellos, tales como la libertad de conciencia, creencia, locomoción, expresión, comunicación, etc. Ni tampoco pueden negarle el derecho a un bienestar mínimo, y, ante todo, el derecho a un futuro de progreso. De allí que cuando a un Estado se le imputa la situación de indefensión de su pueblo, frente a la amenaza de su degradación o extinción, deba ser un órgano independiente el que haga la indagación de la necesidad de protección, y haga las recomendaciones del caso, a aquel, o a la organización correspondiente de los Estados.