*Marta Sáenz correa
El miedo es una de nuestras emociones primarias, entendida comúnmente como la angustia por un riesgo o daño real o imaginario, que nos ayuda a no actuar temerariamente.
Lo que provoca el miedo en nosotros depende de la situación y de la personalidad de cada uno, sin embargo los miedos más frecuentes son a lo desconocido, a la soledad, al futuro, a la enfermedad, a los demás, al fracaso, a la autoridad, entre otros.
Hay muchas razones para estos miedos, pero las principales incluyen experiencias pasadas, que conllevan decepción, inseguridad o recelo; la falta de fe en uno mismo y en los demás; la necesidad de aprobación, de pertenecer o de ser aceptado; y, el hábito de ver las cosas negativamente. Uno de los grandes productos del miedo es la duda. Cuando una persona está perdida en la duda, no puede creer en soluciones y respuestas, ni siquiera para experimentar con ellas o de tratar de ver si pueden funcionar.
No huyas de tus miedos, corre a su encuentro. La mayoría de las personas los ignora fingiendo que no existen, pero es cuando hablas de ellos o escribes al respecto, el momento en el que empiezan a desaparecer.
¿Cómo podemos superar el miedo? Antes de participar o reaccionar, necesitamos relajarnos para que nuestra contribución sea apropiada y positiva. Lo primero es formularnos estas preguntas: ¿Cómo me veo a mi mismo? Como alguien valioso? ¿Con el derecho a ser? ¿Puedo afrontarme a mí mismo? ¿Me gusto, acepto y respeto a mí mismo? ¿Cómo veo a los demás? ¿Cómo veo la vida? Si recorremos estas preguntas despacio y con calma, y nos tomamos el tiempo para pensar sobre ellas, las respuestas nos harán conscientes de si estamos construyendo muros o puentes en nuestra vida.
Para construir más puentes y menos muros tenemos que aprender a confiar en nosotros mismos, en los demás, y en la vida, porque ello nos abre infinitas posibilidades de oportunidades. Salta por encima de las barreras, no las conviertas en excusas, y acepta los errores, los contratiempos, los fracasos, y las decepciones, por que forman parte del proceso de tu crecimiento como persona. La vida es un juego, solo se requiere conocer las reglas y jugarlo bien. Un excelente jugador entiende, por eso es tranquilo, tolerante, flexible, y no se queda atascado en una jugada, un movimiento o al frente de otro jugador; además, desempeña en el juego el papel que le corresponde y no intenta tomar el de los demás.
Para finalizar, tratemos de alejarnos de las presiones de la vida y aprender a romper las cadenas del miedo que nos atan e impiden progresar espiritualmente.