Por: Marta Sáenz
Recientemente, estuve leyendo por segunda vez el libro Sabiduría Emocional, un texto de lenguaje sencillo del psicólogo Walter Riso, que trata la importancia de volver a lo natural y saber integrar las emociones a nuestra vida de manera constructiva.
En uno de sus capítulos, el autor aborda el tema “Cuando la Prudencia es un Problema”, afirmando que hay personas tan prudentes que no respiran, y otras tan sumisas que piden permiso para hacerlo; ambas mueren por inanición. Otros, se vanaglorian de poseer el valor de la discreción en grado superlativo; dicen y hacen exactamente lo que los demás esperan que digan y hagan. Por lo cual, el autor reitera que la moderación es un atributo admirado por casi todas las culturas y requisito fundamental para garantizar la convivencia y salvaguardar la integridad psicológica de la gente.
La prudencia es un valor que se forja en cada uno por la manera en que conduces tu diario vivir; es un sistema regulador manejado por el Super yo, que contiene y represa el comportamiento para evitar excesos. Sin embargo, no siempre actuamos con cautela ante una crisis o momento de coraje, generalmente perdemos el control. Mantenerse en calma ante situaciones de mucho estrés y dificultades no es fácil, se requiere autocontrol.
Afirma Riso, que las personas prudentes se caracterizan porque deciden actuar con tranquilidad guardando silencio aunque sientan que tienen razón y que los demás están en un error. Tiene claro que está virtud le ayuda a las personas a lograr sus objetivos de vida, porque les permite reflexionar y actuar con cordura, cuando los demás están exaltados.
La prudencia es una cualidad que se desarrolla en nuestra vida a través de la experiencia y las circunstancias que nos toca vivir. Si somos personas sujetas a nuestras emociones, seremos sus esclavos y nos expondremos a muchos problemas.
Practicar este valor, significa obrar teniendo en cuenta los consejos recibidos, el juicio y la firmeza, y asumir con humildad nuestras limitaciones, lo cual nos ayuda a reflexionar y considerar con anterioridad los efectos que pueden producir nuestras palabras y acciones en los demás.
Personalmente no me gustan esas personas que pretenden estar bien con todo el mundo so pretexto de que hay que ser prudentes. Creo firmemente que hay que tomar posiciones y expresar lo que se siente y piensa. Considero que por muy ecuánime, querido, amable, prudente que se sea, siempre encontraremos personas que se incomodan con nuestros pensamientos, dado que los humanos somos susceptibles de ofendernos con facilidad. Además de que la sinceridad es incomoda y a veces imprudente, pero necesaria.