Amar es un baile

*Marta Saenz Correa

Soy asidua lectora de los temas relacionados con el cerebro y su funcionamiento, y una gran admiradora del científico colombiano Rodolfo Llinás; y aprovechando el mes del amor y la amistad, quiero compartirles su opinión sobre el amor al igual que otros científicos. Llinás define al amor como un estado funcional, como una golosina; los enamorados son golosos, y eso hace que se sienta rico y se activen los sistemas de gratificación, por eso gusta. El amor eterno es de inteligentes, que estructuran y modulan los patrones de acción fijos sobre la base de ver al otro como una mano; cuidarla es mi responsabilidad. Esa es la clave neural del amor eterno, la que mantiene el estado funcional activo y bloquea cualquier cosa que le sea contraria.

Por otro lado la antropóloga Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers Nueva Jersey, quien ha investigado el tema del amor más de 30 años, afirma que: El amor no es una emoción, sino un impulso, una necesidad fisiológica para el ser humano. Este impulso llamado amor surge cuando el cerebro se inunda de anfetamina que segrega el cuerpo a lo que responde liberando neurotransmisores como dopamina, norepinefrina y oxitocina. También bajan los niveles de serotonina y se libera adrenalina, que inunda el torrente sanguíneo haciendo que aumente el ritmo cardíaco. La mezcla de estas sustancias hace que se creen vínculos emocionales con la otra persona y aparezcan los típicos síntomas del enamoramiento: se acelera el corazón, empiecen los nervios y lleguen las mariposas al estómago.

Según el estudio realizado por Fisher, tanto la droga como el amor provocan los mismos sentimientos placenteros. Por eso cuando ya no está esa sustancia (la dopamina) aparece el mismo síndrome de abstinencia, como ocurre con las drogas. También ha comprobado que las mujeres cuando se enamoran empiezan a segregar dopamina y activan partes del cerebro encargadas de la memoria y la rememoración, por eso, ellas necesitan más interacción con la otra persona. Mientras que los hombres activan las zonas del cerebro que responden a los estímulos visuales; para ellos el aspecto físico desencadena la liberación de esa sustancia y por eso suelen enamorarse más rápidamente que las mujeres.

Demostrado que los amores prohibidos son los más queridos, pues parece ser que no es porque no quieran sino porque no pueden. La dopamina, la sustancia que se libera al enamorarse también se asocia con la motivación y las conductas para alcanzar un objetivo concreto. Percibir el impedimento aumenta los niveles de dopamina. Si surgen obstáculos aumenta la necesidad de conseguir el objetivo y los sentimientos se intensifican. Por eso, cuanto más se prohíbe ese objetivo más atractivo resulta.

Resulta común enamorarse de personas misteriosas, esto se debe a que el misterio está asociado con la novedad y esta a su vez con la dopamina. 

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