El resultado del plebiscito en donde el “NO” del acuerdo entre el gobierno y la FARC ganó por estrecho margen, y las dificultades que ha generado en la renegociación, ponen de presente: De un lado, la desconfianza de gran parte de la sociedad en dichos actos, unos por falta de credibilidad política en los procesos de paz, y otros por ser manipulados con desorientaciones ideológicas religiosas, económicas, sociales, etc. Y, del otro, la misma desconfianza que tiene la sociedad en el propio papel de la paz, que ineludiblemente desea, pero que no confía en tener el poder de alcanzarla.
De allí que uno de los retos que habrá de afrontar este Gobierno y los particulares, es el de superar la mayor desconfianza pública que se anida en nuestra sociedad, la que, sin distinción de estratos, ve cómo la realidad es contraria o niega aquello que se dice o espera de quienes ejercen una función pública y de quienes dicen ser los voceros de esta Nación.
Para ello, basta con escuchar a la sociedad sobre la falta de credibilidad social de la clase política, el interés individual o grupal de ésta, particularmente el de las próximas elecciones, la inoperancia de la justicia, el burocratismo y el personalismo del sector administrativo, la desprotección policiva, la indiferencia e indolencia ciudadana, etc.
Es decir, aquella sociedad suele percibir que sus intereses (lo público), suele ser ajeno a todo el entramado estatal y social, y, añorar, con la paz, también suele ser ajeno a la afirmación. Por esta razón el ciudadano de a pie, no solo se margina y no participa en los quehaceres estatales, sino que se restringe a sus asuntos personales, familiares, laborales, y algunos, lo hacen en las actividades ilícitas del tráfico, la extorsión, el enriquecimiento ilícito y, en general, la delincuencia, etc. Por ello, es necesario concitar su confianza en un mejor futuro en convivencia pacífica y comisionar al medidor los intereses de todos y no de unos.
De allí que la honestidad de cualquier gobierno y grupo político, social o económico sea la de que sus realizaciones incorporen a la nación colombiana dentro del honesto progreso nacional, como un elemento fundamental de la confianza nacional y de la consolidación de la democracia social.