A raíz de la firma del nuevo acuerdo de fin del conflicto entre el Gobierno Nacional y la FARC, la gran mayoría de la sociedad colombiana aguarda rectitud en el postconflicto, esto es, que las actividades y decisiones políticas de las partes del acuerdo y de la oposición se orienten predominantemente entorno al beneficio de la misma y, ante todo, al beneficio de sus libertades, a la ampliación de la igualdad y a la mayor colisión y solidaridad como Nación a fin de lograr un mayor progreso.
Sin embargo, cuestión distinta a esta justa aspiración de nuestra sociedad, es igualmente pesimista en su realizabilidad, sencillamente por la falta de credibilidad que tienen los intervinientes.
Ello se debe a que la clase política que incluye al gobierno, al congreso, a la oposición u ahora a las FARC. Y a las instituciones, como ocurre con ciertas organizaciones del Estado y algunas de religioso, en unión con las redes de comunicación social, suelen anteponer sus intereses de partido, de organización y de participación social frente a las necesidades y aspiraciones de la comunidad.
Ello lo demuestra no solo el engaño y la manipulación ideológica que se hiciera en la campaña del plebiscito de octubre, sino también en la polarización en que los dirigentes tienen fragmentada a la sociedad, solamente para mantener u obtener beneficios políticos. Y esto lo seguirán haciendo en el periodo de implementación en el congreso.
Pero lo lamentable es que, por fuerza de las circunstancias políticas, la sociedad también vislumbra futuros acuerdos y alianzas políticas en las elecciones venideras, que pueden dar al traste al progreso social. Porque si estos sectores, siguiendo la práctica política tradicional, proceden a buscar una gobernabilidad para satisfacer aparentemente las necesidades y aspiraciones sociales, pueden terminar, como siempre, satisfaciendo sus intereses políticos y personales, dejando de lado las aspiraciones sociales.
Ojalá esa incredulidad y pesimismo social sea infundada, y, en cambio, existan razones de madurez nacional, para que el “observador universal” destine estos esfuerzo para que se construya, dentro de la diferencia, una rectitud social de predominio nacional.