A raíz del reciente atentado en la ciudad de Bogotá y siendo urbana gran parte de la población actual, vuelve a tomar importancia la seguridad para los habitantes de la ciudad.
Sin embargo, ella cada día se vuelve más compleja, porque no solo cobija la seguridad de tipo policivo relativa a las personas, a la honra y los bienes de ellas, sino también a las seguridades en materia de salubridad, espacios públicos, servicios públicos domiciliarios, transporte, recreación, convivencia, sistemas electrónicos, seguridad de higiene, seguridad social, etc.
De allí que la seguridad sea uno de los bienes públicos de mayor apreciación y sensibilidad para la ciudadanía, lo que explica la necesidad de procurar la satisfacción, adoptando, incluso, las medidas preventivas del caso.
Sin embargo, dichas medidas de seguridad no pueden restringir o limitar, sino, por el contrario, desarrollar y garantizar las libertades y derechos públicos y privados. Tampoco puede limitarse al mero servicio de vigilancia o de actuación reactiva. Ni mucho menos a un eslogan de campaña política.
Por lo tanto, resulta indispensable atribuirle a dicha seguridad el carácter de garantía, no solo para lograr su resultado efectivo, sino también para contribuir al mejoramiento de las demás condiciones que expresan una mayor calidad de vida.
De allí que se aguarde que, en la etapa del post conflicto en la cual nos encontramos, la seguridad urbana se constituya en una garantía que igualmente facilite y mejore el bienestar de los ciudadanos.