Las marcas de la violencia son, en el fondo, las preocupaciones sociales que ahora existen en el proceso de paz.
Porque aquellas son impresiones humanas quedan en sus agentes y víctimas, que, por obtener su desarrollo y comportamiento, deben superarse con la asistencia social debida. Puesto que la superación debe efectuarse particularmente en la etapa del postconflicto. Porque no es lo mismo sentirse respaldado y autorizado por el poder derivado de las armas que infunde aislamiento, respeto, temor o miedo de las demás personas donde incursionaban, como ocurrió con las guerrillas de las FARC; que actuar sin ellas para obtener muchas cosas y relaciones, así como el asentimiento y apoyo popular, pues se carece de fuerza de aquella.
Algo semejante, se encuentra en los miembros del ejército y de la fuerza pública, quienes, aún obrando dentro de la legalidad y como agentes del Estado, el conflicto les ha dejado secuelas y dolor por las pérdidas de vidas humanas, quienes, aun habiendo perdonado a sus adversarios, no los admiten dentro de su natural convivencia.
A su vez, las víctimas de la violencia del conflicto armado, por secuestro, extorsión, masacres, robos, etc., también quedan con la marca sicológica del rechazo, repudio y hasta odio por los afectaciones personales, familiares y patrimoniales padecidas en desarrollo del conflicto.
De allí que de permanecer este estado sicológico los insurgentes tratarán de continuar con las relaciones de fuerza para obtener o adquirir todas sus pretensiones; en tanto que la población víctima de ella, algunos los perdonarán, como lo han hecho ciertos sectores.
Pero otros los rechazaran: Unos, en sus pretensiones políticas; y otros, los rechazaran totalmente hasta tanto no purguen penas de cárcel, como lo reclaman algunos militantes del Centro Democrático. Y finalmente, otros, los rechazarán indefinidamente.
Debido a que estas huellas sicológicas del conflicto armado colombiano, no se superan con la solución política, como aparentemente lo fuera con el frente nacional, ni tampoco con la participación política de los grupos armados, se hace imprescindible acceder al trabajo psicosocial de superación de aquellos, que, por lo menos, reduzca la potencialidad de la conflictividad social. Pues esta última no desaparece inmediatamente se entreguen las armas. Ni tampoco por el mero transcurso del tiempo en esta generación.