PROTECCIÓN EN LA INDEFENSIÓN
La protección social en la indefensión aún requiere mayor desarrollo. Si bien se trata de una frase que hoy día parece natural y obvia, no es menos cierto que le ha costado a la humanidad el reproche de muchas etapas oscuras de su pasado, en las cuales la muerte de los niños y de los esclavos, dependieron fundamentalmente, según el caso, de los poderes y de los esclavistas o dueños de esclavos. Sin embargo, la sociedad moderna no solo superó la indefensión de ciertos individuos, como los menores y discapacitados mentales, mediante su sometimiento a potestad o guarda familiar, sino que la sociedad contemporánea también ha superado esa indefensión, dándole un carácter social, a fin de prevenir y, si fuere el caso, darle una protección estatal o social a la población de la niñez, de los discapacitados, de los débiles y de los marginados, etc. Con todo, la realidad contemporánea devela otro tipo de indefensión, que es aquella que no se refiere a un segmento de la población, como los arriba indicados, sino, que, por el contrario, es aquella indefensión que abarca a toda una población o, si se quiere, a toda o la mayor parte de una Nación. Y ello precisamente ocurre cuando el gobierno encargado de protegerla, abandona a la Nación a su suerte, y cuando no realiza las acciones necesarias para la satisfacción de sus necesidades básicas, como son la supervivencia, la salud, la alimentación, la participación política, etc., tal como acontece actualmente con la república bolivariana de Venezuela. De allí que sea imperativo moral y político para la comunidad mundial reconocer la necesidad de intervención humanitaria para la protección directa que debe darle a los pueblos amenazados en supervivencia por su propio régimen, adoptando las medidas, sin que, en este caso, pueda aducir los principios de la autodeterminación y de no intervención. Porque sobre tales principios, prevalece el de la defensa social y humanitaria de los pueblos.
Aprende a Perdonarte
*Marta Sáenz Correa Errar es de humanos, de hecho, cometer errores es parte fundamental en el aprendizaje emocional. Muchas veces decisiones desacertadas, mala comunicación o momentos difíciles acaban dentro de nosotros en forma de puntos negros, sensaciones de malestar, enfado con uno mismo, situaciones que, si no son atacadas desde dentro, pueden añadir un centímetro más de grosor a nuestra coraza emocional. Pedir perdón a los demás es difícil pero gratificante, pero cuando debemos perdonarnos a nosotros mismos, la situación se torna más compleja. Admitir que hay un problema y luego ir hacia las soluciones requiere de tiempo, paciencia y valentía. Este proceso se vuelve aún mas difícil cuando tenemos que perdonarnos a nosotros mismos por nuestras acciones. El camino hacia el perdón no es fácil. En todos nosotros existe una tendencia a exigirnos más de lo que exigimos a otros. Tal vez usted ha sido uno de los que pueden justificar el perdonar a otros, hasta por una ofensa atroz, pero no encuentra ninguna justificación para perdonarse a sí mismo por una ofensa igual o menor. Tal vez usted cree que perdonarse a sí mismo no es digno de consideración, porque piensa que debe mantenerse en un estado de constante recuerdo. Tal vez usted cree que hay un precio, alguna forma de penitencia de por vida que debe pagar. Nuestras acciones del pasado nos pueden pesar bastante. No hay forma de que podamos viajar al pasado y deshacer las cosas que ya hicimos, aunque a muchos de nosotros nos gustaría. ¿Que podemos hacer cuando la culpa y el remordimiento de nuestras acciones pasadas nos impiden seguir adelante con nuestra vida? ¿Como podemos aprender a dejar esas cosas atrás y seguir adelante? ¿Como liberarnos de nuestras culpas y poder recuperar nuestra salud mental? Lo primero para perdonarte es reconocer que sientes la necesidad de ser perdonado y que lo que hiciste te hace sentir mal, eres culpable de un mal resultado. Lo segundo, acepta que fracasar no te hace una mala persona. Así como celebramos el éxito, es más importante prestar atención a las lecciones del fracaso. Lo tercero, para perdonarte a ti mismo no temas empezar de nuevo, se trata de aprender de esa experiencia. Y por último aprende de los errores del pasado, establécete metas para el futuro que te ayuden a convertirte en alguien mejor. Para finalizar, la psicóloga española María Jesús Alava Reyes, en su libro: «las Tres Claves de la Felicidad» manifiesta que saber perdonarse es clave para conseguir la felicidad. Es importante saber perdonarnos porque nos hace sentir más seguros, más humanos y nos ayuda a mejorar nuestra autoestima; si no lo hacemos aumentará nuestra inseguridad y vulnerabilidad. Si constantemente nos estamos cuestionando y nos recriminamos por haber cometido un error, no solo deberemos cargar con el peso del error cometido sino también con el sentimiento de fracaso que viene como consecuencia de no poder perdonar nuestros propios errores. Es hora de perdonarnos!