La protección social en la indefensión aún requiere mayor desarrollo.
Si bien se trata de una frase que hoy día parece natural y obvia, no es menos cierto que le ha costado a la humanidad el reproche de muchas etapas oscuras de su pasado, en las cuales la muerte de los niños y de los esclavos, dependieron fundamentalmente, según el caso, de los poderes y de los esclavistas o dueños de esclavos.
Sin embargo, la sociedad moderna no solo superó la indefensión de ciertos individuos, como los menores y discapacitados mentales, mediante su sometimiento a potestad o guarda familiar, sino que la sociedad contemporánea también ha superado esa indefensión, dándole un carácter social, a fin de prevenir y, si fuere el caso, darle una protección estatal o social a la población de la niñez, de los discapacitados, de los débiles y de los marginados, etc.
Con todo, la realidad contemporánea devela otro tipo de indefensión, que es aquella que no se refiere a un segmento de la población, como los arriba indicados, sino, que, por el contrario, es aquella indefensión que abarca a toda una población o, si se quiere, a toda o la mayor parte de una Nación. Y ello precisamente ocurre cuando el gobierno encargado de protegerla, abandona a la Nación a su suerte, y cuando no realiza las acciones necesarias para la satisfacción de sus necesidades básicas, como son la supervivencia, la salud, la alimentación, la participación política, etc., tal como acontece actualmente con la república bolivariana de Venezuela.
De allí que sea imperativo moral y político para la comunidad mundial reconocer la necesidad de intervención humanitaria para la protección directa que debe darle a los pueblos amenazados en supervivencia por su propio régimen, adoptando las medidas, sin que, en este caso, pueda aducir los principios de la autodeterminación y de no intervención. Porque sobre tales principios, prevalece el de la defensa social y humanitaria de los pueblos.