Si bien es cierto que en no pocas ocasiones los seres humanos manifiestan frustraciones, esto es, situaciones sicológicas de malestar, enfado, desagrado o rabia por no haber alcanzado algo que pretendían o deseaban adquirir, o sencillamente por no haber alcanzado algo que ni siquiera había pasado por su mente; también lo es que la humanidad ha aprendido a controlar tales situaciones de diversas maneras, especialmente con el cambio de deseos, la explicación de los fracasos, la asunción de experiencia y las prevenciones del caso en futuras actividades semejantes.
Lo mismo ha ocurrido y ocurre en las actividades políticas, donde muchos de las aspiraciones, especialmente las nuevas, debido a la complejidad, a la competencia y a las actividades sucias y mafiosas que a veces se presentan en el proceso electoral, ya que quienes incursionan y participan en ellas, deben estar preparados para las frustraciones de las batallas electorales y, más aún, para el resultado y los fraudes electorales que pueden presentarse, a fin de poder controlar adecuadamente las eventuales frustraciones.
Sin embargo, algunos políticos experimentados no logran obtener el control debido de dicho estado síquico, generando comportamientos negativos como de aversión a la actividad que le ha sido adversa.
Pero otros, por el contrario, se afianzan en su desarrollo, obrando con venganza contra todos aquellos que contribuyeron a su frustración, procurando hacerles y satisfaciéndose con el daño ajeno.
De allí que la sociedad colombiana aguarde en estos políticos, por lo menos, el control de sus frustraciones.