A raíz del lanzamiento de la candidatura presidencial de German Vargas Lleras y ante la próxima campaña electoral que se avecina, es normal que, dentro de la actividad política, se acuda al proselitismo, esto es, a tratar de mostrarse, exponerse, divulgar ideas y establecer o restablecer relaciones de diversa índole, con el propósito de que, además de darse a conocer y de dar a conocer su respectiva aspiración, se persiga la obtención del agrado, la satisfacción, la aceptación y, si fuere el caso, el favor de los simpatizantes o partidarios, con el voto correspondiente.
Sin embargo, es recomendable para el elector tener presente, en primer lugar, el control de sus emociones, ya que ordinariamente los proselitistas, comenzando por los candidatos y los promotores de sus candidaturas suelen acudir a éstos, con el propósito de provocar su participación emocional, que, quizá, pueda no corresponder a lo que se desea.
En efecto, algunos de ellos suelen acudir a mentiras o a infundir miedo o temor a sufrir daños, a fin de evitar que se acepte a tal sector, o que, por el contrario, se acepte o se favorezca a otro.
En otros eventos, también suele acudirse a aquellos lazos que contribuyen a la obtención de confianza y aceptación, como sucede con la amistad, el compañerismo, la vinculación laboral o partidista, la novedad partidista o de candidatura, etc., a fin de esconder o superar la desconfianza, el interés personal o religioso que ocultan.
Y en algunos otros, también se exaltan aspiraciones y promesas a realizar, que, por lo general, coinciden con las aspiraciones de los electores, pero que simplemente son instrumentos para subir el ánimo de los electores en su favor, pero que, en el mejor de los casos, son promesas, ideales de realizar, o que llevan otros fines ocultos y desconocidos.
Por ello, es indispensable que el elector analice racionalmente no solo las condiciones personales de los candidatos, especialmente la honestidad, sino también la consistencia de sus propuestas,, particularmente su viabilidad.