*Marta Saenz Correa
Todos tenemos miedos y pensamientos en los que nos cuestionamos las situaciones que podrían salir mal en el futuro. El consejo de hoy es: no te preocupes, se feliz. La preocupación es prestar atención, u ocuparse afanosamente de algo, generando una ansiedad anticipada ante cosas que aún no ocurren, ni existen o peor aun hacia algo que no podemos controlar. Lo que está claro es que el temor, la ansiedad, y la alarma no producen nada, y nos hacen pasar malos momentos. Preocuparse es un gasto completamente inútil de energía, poder e imaginación.
Cuando te obsesionas o preocupas demasiado aparece la ansiedad, que te mantiene la mente ocupada, pero que no te lleva a ninguna parte. Preocuparte puede ayudarte siempre y cuando te impulse a hacer lo que es debido, a cumplir con tus responsabilidades o a encontrar una solución a los problemas. Si no, solo hará que tu problema sea mayor o se convertirá en otro problema. Las adversidades, no importa cuales sean, simplemente no nos pegan tan duro como pensamos que nos afectarían. Nuestro miedo a las consecuencias siempre es peor que las consecuencias en sí. El miedo, la timidez y una baja autoestima pueden causar una constante preocupación por cosas que tienen una simple solución.
Cuando una persona comienza a preocuparse excesivamente, las preocupaciones se vuelven constantes y automáticas. Su intensidad, duración y frecuencia están fuera de proporción con la posibilidad de ocurrencia o eventual impacto del evento temido. Dicha preocupación suele ser percibida por la persona como difícil o imposible de controlar y resulta agotadora, provocando un deterioro en la calidad de vida del individuo. La preocupación es utilizada entonces como medio para tratar de pensar sobre todas las posibles consecuencias de situaciones inciertas a fin de que dicha situación termine resultando más predecible.
Las personas que se preocupan demasiado tienen la atención centrada en los problemas, a diferencia de las que evalúan el tipo de soluciones que podrían poner en marcha, y adelantan las acciones requeridas para solucionar lo que les inquieta; tienen intolerancia a la incertidumbre, por lo que tienden a los pensamientos catastróficos; y, dan igual valor a las consecuencias probables e improbables, por lo que se produce una confusión entre lo posible y lo probable.
Cuando somos capaces de controlar las preocupaciones tenemos menores probabilidades de sentirnos agobiados y la ansiedad se rebaja considerablemente, pudiendo invertir nuestras fuerzas y recursos en actividades placenteras que mejoran nuestro estado de ánimo. Recuerda mantener pensamientos positivos, para evitar las preocupaciones. Quizás no puedes cambiar tus circunstancias, pero puedes cambiar tu forma de verlas, permitiéndonos disfrutar más de las experiencias que vivimos y siendo más felices.
La preocupación es positiva, cuando dura solo el tiempo necesario para encontrar una solución y actuar. Si no hay solución o no esta en nuestras manos, preocuparse es una pérdida de tiempo. Hagamos lo que debemos hacer de la mejor manera posible, con paz, con alegría, trabajando duro sí, pero sin martirio físico y emocional.