Negar la realidad no es sano

Marta Sáenz Correa. En nuestros aconteceres diarios locales y nacionales somos muy dados a la negación de la realidad, lo que en palabras sencillas significa buscar la fiebre en las sabanas. Ejemplo de ello muchos: ¿Que los cordobeses estamos estigmatizados? ¿que si somos corruptos? ¿que el proceso de paz celebrado con la Farc ha sido el mejor del mundo? ¿habrá una renovación en el congreso en las próximas elecciones o seguirán siendo las mismas con los mismos? ¿que nuestro departamento es el paraíso de la seguridad y aquí no pasa nada, o estamos en manos de las bandas criminales y reina la extorsión?  en fin, la lista es larga. Hoy orientaremos estas cortas líneas porque el ser humano es dado a negar y a no reconocer la realidad. La negación es un mecanismo de defensa que consiste en enfrentarse a los conflictos negando su existencia, relación o relevancia con el sujeto. Se rechazan aquellos aspectos de la realidad que se consideran desagradables. El individuo se enfrenta con disputas emocionales y amenazas de origen interno o externos negándose a reconocer algunos aspectos dolorosos de la realidad externa o de experiencias que son manifiestos para los demás. El término negación en psicología se emplea cuando hay una total afectación de la capacidad para captar la realidad. Es decir, disfrazar aquello que es demasiado difícil de aceptar para convertirlo en algo más tolerable para nuestra mente. Ana, hija menor de Sigmund Freud en su libro: «El Yo y los mecanismos de defensa» nos explica que: la negación seguramente sea el mecanismo de defensa implícito en todos los demás. Hay dos maneras de negación: una de ellas consiste en no hacernos conscientes de algo que es evidente, un olvido premeditado o consciente para reprimir impulsos. Afirma Ana que la capacidad del yo de negar la realidad se encuentra en contradicción la capacidad de reconocer la realidad y valorarla críticamente. La persona actúa como si no tuviera un problema o como si una vivencia dolorosa no hubiera ocurrido nunca. Se trata de des confirmar directamente una realidad que resulta obvia. Si otras personas tratan de llevarnos a admitir que hay un problema, reaccionaremos mal. Aceptar la realidad, aunque esta duela no es tarea fácil. Asumir que muchos de nuestros sufrimientos tienen que ver con las elecciones que tomamos, tampoco lo es. Estar dispuestos y comprometidos para el cambio y la transformación, a pesar del miedo que eso nos pueda ocasionar es difícil. Seguro que existen situaciones a tu alrededor que te gustaría cambiar, tanto de los demás como de ti mismo. Aceptar la realidad es el motor que promoverá el cambio cuando comencemos a ser conscientes de lo que sucede.