LA CIUDAD DE LA BASURA
Por: Germán Archila @Germancho101 Los habitantes de la capital colombiana nos estamos acostumbrando a ver las calles con bolsas de basura, escombros, malos olores, y demás problemas de salubridad que trae esta problemática, hace unos años en la alcaldía de Gustavo Petro la decisión de cambiar el modelo de basuras de Bogotá contrajo miles de problemas. En esa ocasión la decisión de no renovarles el contrato de basuras a los operadores privados y que el monopolio de la recolección quedaría en manos del distrito, tomar esta decisión llevo a que la capital tuviera una crisis de basura por unos días, el gobierno distrital no tenía la capacidad para hacer el trabajo de un día para otro, y los que sufrieron las consecuencias fueron los ciudadanos. Esta apuesta de la alcaldía le salió muy cara, primero una empresa que no tenía experiencia se quedó con la tarea de recolectar, fue en contra de la libre empresa y puso una serie de condiciones para que la empresa privada no pudiera participar en el proceso, aunque la intención pudo ser buena, la forma de ejecutarla fue muy mal hecha, ni los recicladores fueron vinculados en su totalidad, ni el programa basura cero para educar a los habitantes de la capital a reciclar no dio los resultados esperados. Para enfrentar la crisis la empresa Aguas de Bogotá decidió importar cerca de 300 camones compactadores que resultaron peor que la enfermedad, carros de segunda, que algunos no pudieron salir a funcionamiento y se encuentran pudriéndose en patios de Bogotá, y otros don la vida útil bajo al 45% de lo esperado, debido a la falta de mantenimiento y control, este escenario generó inhabilidades y multas para Gustavo Petro y sus funcionarios, pero dejo la sensación de una alcaldía improvisadora y terca, sin contar con el desastre ambiental. Cuando Enrique Peñalosa ganó la alcaldía de Bogotá, uno de los argumentos que llevaron a los votantes a elegirlo es que era un gerente, que calculaba cada paso, y en eso la capital mejoraría y no improvisaría, pero para sorpresa de muchos, el tema de la recolección de las basuras se convirtió en la piedra en el zapato, ya que por diversas situaciones la ciudad volvió a ver sus calles llenas de bolsas de basura y malos olores 5 años después la historia se repite. Ahora el cambio de modelo de aseo de la capital es al contrario devolver la recolección a las empresas privadas, a través de una licitación donde la ciudad se dividió en zonas y las empresas se le asignaron su zona de funcionamiento, esto deja a Aguas de Bogotá sin la función de aseo, lo que llevo a más de 3.000 empleados a entrar en huelga reclamando que los dejaron en el aire, el problema se complicó cuando en medio de las protestas decidieron atacar y dejar fuera de circulación 67 de los 95 vehículos que se necesitan para la operación, lo que llevo a la alcaldía a decretar estado de emergencia sanitaria. Otra vez las calles inundadas de basura, hasta que entraran a operar los privados, el tema es que Aguas de Bogotá no pudo licitar debido a una sanción del tribunal superior de Cundinamarca al acueducto de Bogotá por el cambio de estatutos sin pasar por el Concejo, de nuevo la improvisación en este caso de la Alcaldía de Peñalosa que no previo la huelga, ni las protestas de los trabajadores, y no tenía ningún plan B, dónde los ciudadanos nuevamente fueron los perjudicados. Los nuevos operadores entraron a operar, pero como toda transición ha traído retrasos e inconvenientes, el tema es que la alcaldía en su comunicación no ha sido clara, saliendo a celebrar la normalidad de la recolección, cuando los ciudadanos siguen viendo y sintiendo las basuras con solo asomarse por la ventana, Enrique Peñalosa que parece vivir en su mundo dio una declaración que indigno a los ciudadanos tratando el problema como de melodramáticos. Lo que queda claro es que en la capital se toman decisiones sin prever, y luego las excusas y las culpas son de terceros en el caso de Petro eran las mafias y en el de Peñalosa los saboteadores, pero al final la ciudad de la basura está ahí, esperemos que el próximo Alcalde o Alcaldesa si deciden cambiar el modelo de aseo de la ciudad, por lo menos prevean todos los escenarios para que en unos años no estemos con el mismo sonsonete de bolsas negras y desperdicios regados por las calles de la metrópoli más grande de Colombia.
FANATISMO SOCIAL
Es normal que la sociedad tienda seguir una guía determinada, sea con la imitación, la atención a una idea, la aceptación de un pensamiento, el seguimiento de un líder y, en general, el seguimiento del rumbo de una colectividad. E igualmente lo es, el seguimiento de un afecto, de una imagen, de una expresión cultural, o de una orientación política o de otra índole, especialmente en esta época electoral de cambio de gobierno y de congreso. Sin embargo, dicho seguimiento se torna defectuoso en caso de “fanatismo propiamente dicho”, porque, en este evento, se exalta excesivamente el culto a una idea, representada en un ente específico, de tal manera que perturba sensiblemente la libertad y la razón necesaria para evaluar el contexto pertinente y, en consecuencia, la facultad de mirar, aceptar o tolerar, otras alternativas y evaluar la más razonable. De allí que el fanatismo si bien contribuya a la consolidación y defensa de otro, también facilite la exclusión, la intolerancia y la separación de los demás grupos sociales, y, en ciertos casos, facilite y propicie la violencia contra ellos. Ello puede suceder con los fanatismos religiosos, políticos, sociales, culturales, raciales, económicos, regionales, deportivos, etc. Lo anterior impone la necesidad de combatir dicho fanatismo pernicioso, de un lado, mediante la reflexión libre de la posibilidad de rechazar o no continuar con la idea o acción fanática que resulta perjudicial y, en su lugar, adoptar una decisión y actitud propia o personal; y, del otro, la de dirigir nuestras valoraciones por medio del uso de la razón para rechazar los actos irracionales de fanatismo, especialmente los violentos, y para continuar, si se quiere, con aquellos que solo exaltan emociones y sentimientos bondadosos, agradables u tolerados o admitidos por la sociedad (v.gr. fanatismo deportivo nacional).
Negar la realidad no es sano.
Marta Sáenz Correa. En nuestros aconteceres diarios locales y nacionales somos muy dados a la negación de la realidad, lo que en palabras sencillas significa buscar la fiebre en las sabanas. Ejemplo de ello muchos: ¿Que los cordobeses estamos estigmatizados? ¿que si somos corruptos? ¿que el proceso de paz celebrado con la Farc ha sido el mejor del mundo? ¿habrá una renovación en el congreso en las próximas elecciones o seguirán siendo las mismas con los mismos? ¿que nuestro departamento es el paraíso de la seguridad y aquí no pasa nada, o estamos en manos de las bandas criminales y reina la extorsión? en fin, la lista es larga. Hoy orientaremos estas cortas líneas porque el ser humano es dado a negar y a no reconocer la realidad. La negación es un mecanismo de defensa que consiste en enfrentarse a los conflictos negando su existencia, relación o relevancia con el sujeto. Se rechazan aquellos aspectos de la realidad que se consideran desagradables. El individuo se enfrenta con disputas emocionales y amenazas de origen interno o externos negándose a reconocer algunos aspectos dolorosos de la realidad externa o de experiencias que son manifiestos para los demás. El término negación en psicología se emplea cuando hay una total afectación de la capacidad para captar la realidad. Es decir, disfrazar aquello que es demasiado difícil de aceptar para convertirlo en algo más tolerable para nuestra mente. Ana, hija menor de Sigmund Freud en su libro: «El Yo y los mecanismos de defensa» nos explica que: la negación seguramente sea el mecanismo de defensa implícito en todos los demás. Hay dos maneras de negación: una de ellas consiste en no hacernos conscientes de algo que es evidente, un olvido premeditado o consciente para reprimir impulsos. Afirma Ana que la capacidad del yo de negar la realidad se encuentra en contradicción la capacidad de reconocer la realidad y valorarla críticamente. La persona actúa como si no tuviera un problema o como si una vivencia dolorosa no hubiera ocurrido nunca. Se trata de des confirmar directamente una realidad que resulta obvia. Si otras personas tratan de llevarnos a admitir que hay un problema, reaccionaremos mal. Aceptar la realidad, aunque esta duela no es tarea fácil. Asumir que muchos de nuestros sufrimientos tienen que ver con las elecciones que tomamos, tampoco lo es. Estar dispuestos y comprometidos para el cambio y la transformación, a pesar del miedo que eso nos pueda ocasionar es difícil. Seguro que existen situaciones a tu alrededor que te gustaría cambiar, tanto de los demás como de ti mismo. Aceptar la realidad es el motor que promoverá el cambio cuando comencemos a ser conscientes de lo que sucede