ESTEREOTIPOS SOCIALES Y ACTIVIDAD POLÍTICA.

Es oportuno recordar, en estos momentos electorales, que todas las poblaciones suelen construir estereotipos para identificar a los grupos y a sus miembros, acudiendo a las supuestas o verdaderas características o propiedades, basándose en apariencias, conocimientos personales, opiniones o algunas comprobaciones, cuando carecen de pruebas que lo acrediten, o cuando habiéndolas, ellas no son exactas, para identificar a todos sino a algunos. De allí para que el empleo de estereotipos, sea preciso hacerlos, cuando exista comprobación plena o cuando sea referenciado para su no aplicación. Ello se debe a que su corriente o usual inexactitud. En efecto, se habla del estereotipo de nacionalidades, como la del de norteamericano, como soñador y descomplicado, del Alemán¸ como militarista o al Cubano como comunista, y el colombiano como conformista; cuando no son las características fundamentales de estas personas, ni  todas las poseen. Algo semejante acontece con los estereotipos regionales: Al del Bogotano, como introvertido; al costeño como fiestero; al paisa como comerciante, etc., cuando, en verdad, esas no son sus propiedades esenciales, o, por lo menos, ninguna de ellas abarca a todos los miembros de esas regiones. Lo mismo acontece con los demás estereotipos sociales, los cuales no resultan exactos, como los siguientes: El de las reinas de belleza como personas que se destacan por su belleza física y no más, cuando dentro de ellas existen muchas talentosas, inteligentes, ejecutivas, emprendedoras, etc. El de los militares, como sujetos impositivos y amantes solo de la fuerza, cuando muchos de ellos tienen su formación  integral. Igual cosa sucede con el estereotipo de político como sinónimo de profesional corrupto de la política, cuando, en verdad, existen muchas personas honestas, capaces y garantes de transparencia en el sector político en el cual compiten. De allí que lo más aconsejable sea analizar cada persona en particular en su experiencia, trayectoria y compromiso moral y administrativo con su actividad personal o social, para apreciar su eventual comportamiento inexperto o hábil administrador, ineficiente o eficiente en su gestión, deshonesto u honesto en su ética.