El arte de saber Callar

Marta Sáenz Correa Vivir es un arte cuyas claves vamos desvelando a partir de la experiencia en el día a día, y gracias a que hemos metido la pata en tantas ocasiones, somos un poco más sabios. En transcurso de la vida, el silencio y la palabra se intercalan en la comunicación humana marcando un código que no siempre es fácil de revelar; la palabra es un maravilloso instrumento de comunicación, pero, cuando se utiliza de una manera inadecuada, puede ser perjudicial. Saber hablar en el momento oportuno, puede ser de gran ayuda y hacer mucho bien a la persona que lo recibe; pero, saber callar cuando la otra persona no está preparada para recibir un consejo o un reproche, es sabiduría. Cuando callamos, comprendemos que la situación merece meditación, que necesitamos tiempo para pensar, para pedir consejo y así poder dar una respuesta adecuada, guiada por el amor y no por las circunstancias del momento. Tanto para hablar como para callar, se requiere prudencia. Joseph Antoine Toussaint Dinouart, en su libro El arte de callar, expreso: sólo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio. Hay formas de callar sin cerrar el corazón, de ser discreto sin ser sombrío y taciturno; de ocultar algunas verdades sin cubrirlas de mentiras. Callar antes de hablar, porque el silencio es un tiempo para escuchar. Porque hay muchos silencios. Hay un silencio prudente y un silencio artificioso, un silencio complaciente y otro burlesco, uno espiritual y otro estúpido. Hay un silencio de aprobación y un silencio de desprecio. Afirma con contundencia el autor:» Nunca se sabrá hablar bien, si antes no se ha aprendido a callar». Dinouart da mucha importancia al silencio que habla. El rostro y el cuerpo a veces dicen más que las palabras. Hay ironía, calidez, burla, énfasis, duda, ruego, exigencia, severidad, riña, según sean los gestos que emite el cuerpo. Es más difícil saber callar que saber hablar, porque el hablar parece una actividad natural y a hablar, se aprende, mientras que, a callar, nadie nos enseña. Además, porque callar exige disciplina del espíritu, basada en la contención de la locuacidad natural, en búsqueda de la palabra justa. Callar es también una forma de hablar. El silencio tiene reglas, tiene método, no es suficiente cerrar la boca y no hablar para callar. La cuestión es que hace falta saber gobernar la lengua, ver en qué momentos es necesario retenerla o darle una libertad moderada. Hay un tiempo para callar, como también hay un tiempo para hablar.

FINANCIACIÓN SOCIAL ELECTORAL

Debido a la política y acciones de Odebrecht en los países latinoamericanos  se han originado en Suramérica  numerosas investigaciones, que, a su vez, han conducido a la condena del expresidente del Brasil Lula Da Silva, a la privación de la libertad de expresidentes del Perú, como Alejandro Toledo , Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski,  y al suicidio del expresidente Alan García. Ahora, si bien es cierto que tales acciones son reprochables cuando se trata de actos de corrupción, como los sobornos a determinados gobiernos, que aquí no se cuestiona, no es menos cierto que es el momento de hacer una reflexión sobre la financiación de las campañas políticas. Porque desde el momento en que los Estados de los Continentes Americano y Europeo adoptan, reconocen y promueven las democracias y consagran para su desarrollo el derecho fundamental al sufragio universal, implícitamente también consagran el derecho al sostenimiento económico de las elecciones como instrumento de renovación de dicho sistema político., especialmente en su funcionamiento, bien sea por parte de la misma sociedad o del Estado, o bien por parte de aquélla y parte de éste. De allí que corresponda a cada Estado, como ocurre en Colombia (arts. 40 num.2 y 265 Num.6 C.Pol.) reglamentar dicha posibilidad de su sostenimiento, que, de una parte, mantenga la posibilidad de equilibrio entre todos los movimientos y candidatos; y, del otro, señalando de manera pública el registro de los aportes particulares, así como las consecuencias de inhabilidades,  incompatibilidades , conflictos de intereses y exclusiones que se requieran, particularmente para efecto de contratación estatal y actividades particulares. De esta manera no solo se podría garantizar la participación social, en la financiación electoral, sino también en la transparencia y equidad en los aportes destinados al financiamiento de las elecciones. Además, la claridad que tenga dicha reglamentación también aseguraría su correcta finalidad en beneficio del sistema democrático.

No somos perfectos

Marta Sáenz Correa. La sociedad nos educa en el hacer las cosas bien, con exigencia y perfección; no está permitido y es mal visto ser imperfectos, equivocarse. Sin quererlo, nos abocamos hacia el éxito, y cuando fracasamos nos frustramos, ya no somos buenos. El miedo a equivocarnos es algo que debe estar presente en nuestra vida; la perfección no es algo natural y cuando nos damos cuenta de que no hay cosas hechas perfectamente, nos libramos de esa presión. No es bueno centrarse en lo que hago mal o hacen mal las personas que nos rodean, porque me pierdo todo lo bueno que está pasando. No somos perfectos, y no podemos pretender que los demás lo sean o enfadarnos cuando no hacen las cosas como las haríamos nosotros. Del mismo modo, tampoco debemos culparnos por nuestros errores o molestarnos por los defectos de los demás; somos como somos y tenemos que aceptarlo. Valorarnos por nuestras virtudes y tratar de mejorar nuestros defectos, pero sin amargarnos por ellos. Aprende a vivir con tus imperfecciones y a buscar el lado bueno. Ortega y Gasset sobre el tema de la perfección afirma: esta palabra perfecta arrastra un equívoco fundado en su etimología. Perfecto es originariamente lo concluido, lo acabado, lo finito; luego significa también lo que contiene todas las virtudes y las gracias propias a su condición, lo insuperable. Hay una perfección que se conquista a fuerza de limitarse, lo perfecto sería el camino delineado. Lo imperfecto, el camino se hace al andar, imprevisible, vital, sorpresivo. El hombre es imperfecto. No está concluido. Nace y debe hacerse, construirse, darse una identidad. De la imperfección brota la libertad; de la libertad, la fantasía, la imaginación. No somos perfectos ni lo seremos nunca, y tampoco es necesario. Perfección quiere decir sin ningún defecto o error, tener seguridad absoluta. Las personas somos dinámicas, física y emocionalmente, por tanto, no podemos ser perfectos como una figura, pero es posible encontrar el equilibrio, tanto en las emociones como en las capacidades intelectuales y físicas. Si aprendemos a escuchar y a escucharnos, si dejamos el miedo para arriesgarnos a conseguir un objetivo, si trabajamos para comprender nuestro entorno, personas, circunstancias y retos, o si aprendemos a aceptar los fracasos y los convertimos en estímulos para nuestros retos. El camino correcto es entender que no somos perfectos, estamos en constante evolución, cometemos errores y tenemos la capacidad de aprender de ellos. Podemos hasta reírnos de nuestros tropiezos, verlos en forma natural y compasiva y, por supuesto continuar superándonos.