Omar Camargo
Es tal vez la iniciativa más importante que el mundo ha visto en los últimos años. Para entender lo China busca lograr con este megaproyecto, es importante recordar un poco la historia de la antigua Ruta de la Seda. Más que un camino, era una serie de rutas comerciales que unía el Lejano Oriente con la Europa Occidental. Se remonta al año 130 A.C. y va hasta el 1453 D.C. Desde oriente viajaba seda, té, porcelana, jengibre, canela, medicinas, marfil, arroz y pólvora, principalmente; mientras que desde occidente iba lana, oro, plata, pieles, caballos, perros, miel, cristalería, textiles, camellos y esclavos. Por esta vía, llegó a China el cristianismo y el budismo. Su recorrido de unos 6400 Km se cuenta desde la ciudad de Xi’an (Sian), ciudad aún existente en el centro de China, hasta la antigua zona conocida como Levante (región al oriente del mediterráneo donde están los actuales Israel, Palestina, Jordania, Siria, parte de Turquía, Egipto, Grecia, Chipre e Irak).
1: Mapa con las rutas utilizadas en el Siglo I de la ruta de la Ceda. Fuente: www.ancient.eu
La ruta principal recorre una gran porción de la muralla china; luego atraviesa el desierto de Taklamakán; cruza la cordillera del Pamir y pasa por los actuales países de Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán, Afganistán, Pakistán y Turkmenistán. Pocas personas hacían todo el camino completo, el comercio se daba a través de muchos intermediarios y ciudades que se hicieron ricas y famosas como Xi’an, Dunhuang, Karakórum, Urumchi, Almaty, Samarcanda, Bakú, Alepo, Bursa y Éfeso. Tras la caída del imperio romano y con el surgimiento de los árabes, el recorrido se hizo inseguro e intransitable hasta el 1453 cuando el Imperio Otomano boicoteó el comercio y cerró definitivamente los caminos, dando inicio así a la Era de descubrimientos en Europa en los Siglos XV al XVII.
Desde su inicio, la Ruta de la Seda tuvo un impacto inimaginable en el desarrollo de la civilización global. No solo por su aporte comercial, si por el intercambio cultural, religioso, científico e incluso de lenguaje. Pese a su antigüedad, el término Ruta de la Seda, solo fue acuñado hasta el año 1877, por el geógrafo y explorador alemán, Ferdinand Von Richthofen.
Iniciativa del Cinturón y la nueva Ruta de la Seda
Conocida por sus siglas en inglés BRI (The Belt and Road Initiative), tuvo su lanzamiento en 2013 por el presidente chino Xi Jinping. Con esta idea, el país asiático busca aumentar su influencia mundial a través de inversiones financieras y de infraestructura en Asia, África y Europa. Se espera que la segunda economía más grande del mundo tenga un crecimiento sostenido en los próximos 40 años. China y otros 70 países, parte del BRI, suman más del 30% del PIB global, el 62% de la población y el 75% de las reservas de energía conocidas. Actualmente se calcula una inversión superior a los USD 575 billones en proyectos ya ejecutados, en implementación o planeados. Los chinos anuncian que una vez terminada esta iniciativa se estima reducciones en los tiempos de tránsito en un 12% y aseguran crecimiento económico en países antes olvidados y con una alta población en extrema pobreza.
2: mapa de la nueva ruta de la seda. Fuente: www.worldbank.org
Dentro de los riesgos analizados por importantes economistas se destacan algunos como alta deuda, corrupción, infraestructura atascada y daños al medio ambiente. Ya en las noticias empiezan a aparecer los escándalos. La inversión llega por medio de préstamos de bancos chinos; la construcción es a cargo de empresas de ingeniería china y usualmente casi toda la mano de obra es China, con sus propia maquinaria y materiales. Son muchas las voces que cuestionan las supuestas ventajas de estos megaproyectos; no se ven los beneficios para los países que reciben estas obras, más bien grandes deudas contraídas por políticos de turno en su afán de mostrar resultados y espejismos de progreso. En enero de 2019, un artículo del Wall Street Journal, ilustra cómo altos oficiales chinos ofrecieron ayudar el entonces Primer Ministro de Malasia a escapar de un escándalo financiero a cambio de la firma de un enorme proyecto férreo a precios inflados a favor de compañías estatales chinas, con recursos financiados también por bancos chinos.
Si China quiere volver a ser el nuevo centro del comercio global, hay muchas cosas que se deben solucionar y no solo en el ámbito internacional sino también en lo local. La zona de Xinjiang, nuevamente empieza a ser famosa. Muchas ONG señalan las llamadas “Escuelas de Reentrenamiento”. Sitios de concentración, más parecidos a cárceles, a donde trasladan musulmanes chinos con la excusa de prevenir ataques terroristas y fundamentalismos islámicos. Dos de las arterias más importantes del BRI pasan por esta región, la cual también es rica en recursos naturales como gas y carbón. La etnia local, los Uigur, han sufrido una fuerte represión del gobierno comunista por su religión y costumbres siendo acusados de intentos independentistas. Se calcula que el gobierno, mantiene más un millón de Uigures detenidos. Últimamente se ha vuelto un gran delito llevar barba, no beber alcohol y no fumar. En agosto de 2018 un artículo del Washington Post, comenta el gran dolor de cabeza que China está comprando con estas inversiones en todos estos países tan problemáticos. Sin embargo, algo que si se destaca de los chinos es su tenacidad y persistencia. Recordemos que desde 1978 su producto interno bruto ha tenido “el crecimiento más rápido sostenido por una gran economía en toda la historia”, según el Banco Mundial. Los resultados del BRI están aún por verse. Poco tiempo ha pasado para dar un veredicto de esta gran jugada. Cientos de los billones ya invertidos en varios de los países claves no han producido ningún retorno visible a los inversores, ni siquiera logros políticos al partido comunista. La idea que los líderes chinos estén buscando retornos financieros siempre ha sido cuestionable, 27 de estos países tienes una deuda soberana considerada como “basura”, mientras que otros 14 países ni siquiera tienen calificación crediticia internacional. Un reporte del 2016 del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) señala que ningún puerto del Océano Indico financiado por el BRI tiene algún futuro financiero exitoso. Más bien su importancia está calificada por su utilidad geopolítica. Muchos cuestionamientos y dudas abundan. Lo cierto es que un gran capítulo en la historia de la humanidad se está escribiendo en estos momentos. Si China logra revivir esta nueva Ruta de la Seda, de seguro cambiará al mundo que conocemos, tal como lo hizo la antigua. Solo el tiempo nos dirá si esta apuesta fue la correcta.