El insulto arma peligrosa

*Marta Sáenz Correa

Muchas veces queremos comentar o incluso criticar el trabajo de otras personas o a las personas en sí, pero nos fallan los argumentos; nos llenamos de razones insuficientes porque no conocemos del todo al objeto o sujeto a criticar y escogemos el camino más fácil: insultar. Insultamos convencidos de que es el otro el que tiene la culpa, el que me ha provocado, el que hace las cosas mal, el que me ha decepcionado. Sin embargo, no estamos predeterminados para sentir ira y reaccionar de manera desmedida, podemos aprender a gestionar todo tipo de emociones ante las situaciones problemáticas en lo familiar, social y laboral.

Los insultos provienen de las personas más queridas o más importantes en la vida de cada quien y generalmente tocan cuerdas muy sensibles que solo alguien cercano conoce y tiene acceso. No existe el insulto cariñoso, no se insulta sin intención de dañar ni para que el otro aprenda. La falta de respeto, la auto exigencia desmedida hacia el otro, la rigidez de que las cosas son correctas únicamente como las veo yo, la falta de empatía, la inseguridad para manejar la situación que nos empieza a incomodar, la manipulación desde el temor para que el otro haga, sienta o piense como nosotros facilita que el hábito de insultar se vaya instaurando en nuestra forma de entender las situaciones cotidianas.

Ahora bien, aun cuando los comentarios van dirigidos al otro, esto dice más de la persona que comete el acto de insultar y no tanto de la persona a la cual se lastima y ataca. ¿Por qué? Porque el lastimar, criticar y reprochar sin buscar una conexión o una resolución de conflicto, solo demuestra la poca prudencia, autoestima y respeto que la persona tiene. Cuando se tiene la genuina intención de comunicarse y de solucionar cualquier conflicto, no se lastima y se busca el tono y la forma de plantear el problema y sus posibles soluciones. Insultar suele ser sinónimo de ofender, y es el reflejo de la incapacidad de la persona para poder expresar lo que siente o su opinión de una manera adecuada. Los insultos son semillas que cultivan los sentimientos de insuficiencia, menosprecio o baja estima. Sin embargo, es importante recordar que: «Nadie puede lastimar a otra persona si esta no lo permite» así que, no importa lo que otros digan, lo importante es como uno reacciona al comentario o a la crítica que se ha recibido. El poder de las palabras lo impone la mente.

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