Si bien es cierto que todas las personas tienen alguna idea sobre lo que entienden por odio, como aquel sentimiento de aversión hacia determinada persona o fenómeno, también lo es que por lo general se desconoce su utilización como política. Por lo que es necesario conocerla, a fin de evitar ser utilizado por ella.
Por lo tanto, lo primero que hay que saber es que la política de odio es aquel conjunto de directrices que promueve y desarrolla en forma directa o indirecta la evasión social, partidista o económica, de determinada expresión, con el propósito de lograr su exclusión y de satisfacerse con ella.
Ahora, esa política de odio puede referirse a la raza, como ocurrió con la directriz del Nacional Socialismo contra el Judaísmo; a la religión, como sucedió con la directriz de cierto sector del Islamismo que auspician del antisemitismo o anticristianismo; a la condición social de otras poblaciones, como las que se manifiestan en el antoafricanismo, antiamericanismo, antiislanismo, etc.; las que descansan en la sexualidad, tal como a homofobia, etc. E igualmente puede referirse al pensamiento, tal como acontece con la aversión al pensamiento político; a las directrices políticas partidistas, como las que propugnan por la aversión a las clases sociales, a los partidos o sectores políticos o sociales, etc. Lo mismo acontece con las directrices económicas como las que generan aversión de los pobres hacia los ricos, como causante de las desgracias.
Sin embargo, dichas políticas suelen emplear un lenguaje aparentemente equívoco o multivoco, esto es, con dos o más sentidos, con el propósito de aparentar su sentido usualmente aceptable (v.gr. mejoramiento de la raza, la fe, creación, etc.), pero que, en el fondo, persigue un sentido oculto negativo, indignante, insultivo, despreciativo, de rechazo o excluyente (v.gr. los judíos, los negros, los latinos, etc.), por lo cual su empleo es generalmente engañoso.
De allí que las políticas de odio suelan utilizar dicho lenguaje no solo para engañar a los sectores sociales, aparentándoles, un trato aceptablemente usual, cuando, en verdad, lo que persigue es manipular la conciencia social, a fin de provocar una reacción emocional inconsciente o no racional del rechazo o exclusión que se persigue con ella, o de satisfacción, gozo o disfrute con las situaciones negativas o imperfectas de dicho sector. Por lo anterior, se aguarda que la sociedad aprecie sinceramente el lenguaje que se emplee, especialmente en la época de decisiones electorales que se avecina.