Horacio Serpa
Claro que fue un verdadero desastre administrativo, económico, social y político. Tan cierto es esto, fue tan evidente, que la población asumió como causa propia la defensa de ISAGEN. No es frecuente que ello ocurra con asuntos propios de la actividad pública. En este caso la gente entendió que la iban a despojar de un valioso bien que pertenecía a todos. De ahí su airada reacción, su molestia, el sinnúmero de protestas y la presencia masiva en las redes sociales.
Con frecuencia decimos que los colombianos solo nos expresamos masivamente cuando juega la Selección Colombiana de Fútbol. Nunca lo volveremos a comentar, después de que vimos la presencia activa y beligerante de la sociedad colombiana defendiendo verticalmente un valioso patrimonio público. Lástima que el gobierno no escuchó, no atendió ese intenso clamor de la nación, que se unió para reclamar por lo que le pertenecía.
Así como se dice que “en fútbol se gana perdiendo”, en política se pierde ganando. El gobierno ganó en el sentido de que, como lo había anunciado reiteradamente, vendió sus acciones en ISAGEN para invertir el dinero de la enajenación en la construcción de las vías 4G, pero perdió notablemente frente a la opinión pública nacional que aún hoy no se conforma con la operación que realizó el Ministerio de Hacienda. El pueblo está triste, resentido, muy molesto con el gobierno del Presidente Santos.
El país no le creyó al gobierno la necesidad de la enajenación ni lo relativo a la inversión que se propone hacer para conseguir que se construyan muchas carreteras importantes. El argumento de que el dinero de la venta se va a prestar a los constructores de las vías le pareció muy alejado del contexto en el que se están moviendo los temas de la prosperidad y el desarrollo. No pueden creer los colombianos que para construir vías haya que vender el patrimonio público.
Tampoco se entendió el por qué la repetida historia de la cantidad de compradores solventes, todos absolutamente transparentes según se informaba, terminó con la presencia de una sola compañía, bastante cuestionada por cierto, que no tuvo rivales en la subasta que tantas veces se anunció con bombos y platillos.
Un fiasco por donde quiera que se le mire. Un atropello que los colombianos sentimos en la propia piel. No hubo argumento ni réplica ni súplica que valieran ante la tozuda actitud de vender “a toda costa”.
A propósito de argumentos, ninguno de los que se expuso en contra de la venta se controvirtió siquiera. La Empresa ISAGEN resultó tan sólida que no se oyeron en su contra observaciones ni cuestionamientos. Todo lo que se dijo fue a su favor, razones de más para conservar lo que se llamó “la gallina de los huevos de oro”.
Fue mucha la gente que luchó con empeño, seriedad y convencimiento para que no se diera el estropicio. Con razón podrán repetir con Francisco Primero de Francia que “todo se perdió, menos el honor”.