Luis Alfonso Fajardo Sánchez
Los presuntos tesoros que contiene el Galeón San José han revivido debates que parecían cerrados. Además de la lista de reclamantes de este tesoro, que va en aumento, entre los cuales se encuentran los que ya han manifestado su intención de iniciar algún tipo de proceso judicial internacional como España, Ecuador, Perú, Bolivia, Panamá y la empresa Sea Search Armada, que realizó la ubicación de los restos del galeón. Sin embargo, hay un actor en este proceso que tiene la mayor autoridad moral para reclamar estos restos del mítico “Dorado”, representados es el oro, la plata, esmeraldas y otras joyas preciosas que guarda en sus entrañas la disputada nave.
Esta autoridad se fundamenta en la historia, los pueblos indígenas colombianos, en cabeza de la Organización Nacional Indígena de Colombia – ONIC – han manifestado que el contenido del Galeón San José les pertenece por que este fue fruto del saqueo, y de uno de los genocidios más grandes de la historia de la humanidad.
Pero también los indígenas de Bolivia y Perú comparten esta trágica historia y la autoridad para reclamar parte de estas riquezas ya que la mayor parte de la plata transportada en el buque provenía de las minas de Potosí, lugar donde murieron miles y miles de indígenas durante su explotación pero también de la sangre y el sudor de los indígenas peruanos quienes extrajeron la mayor parte del oro que se transportaba a bordo de la nave.
Los historiadores no se han puesto de acuerdo sobre la magnitud de la tragedia pero las cifras del genocidio parecen estar entre los 80.000.000 y 120.000.000 de indígenas muertos durante la época de la llamada conquista y colonia de América. El investigador estadounidense H. F. Dobyns[1] ha calculado que el 95 % de la población total de América murió en los primeros 130 años después de la llegada de Colón.
Hoy, los indígenas señalan que el despojo continúa, por ejemplo, la Cumbre Continental de Pueblos y Organizaciones Indígenas, declaró: “Que los Pueblos Indígenas hemos sido víctimas por quinientos trece años de un proceso de genocidio, colonización y discriminación producto de ideologías y políticas imperiales, mismas que han violado nuestros derechos fundamentales. Cualquier diálogo entre Pueblos Indígenas, el Estado y la Sociedad, debe tomar en cuenta la naturaleza colectiva e histórica de estos derechos”
La Corte Constitucional Colombiana mediante los Autos 004 de 2009 y 382 de 2010, ha advertido que al menos 35 grupos indígenas se encuentran en peligro de extinción a causa del conflicto armado y el desplazamiento forzado. Igualmente, un estudio realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 2014 concluyó que más de la mitad de los cerca de 1,37 millones de indígenas colombianos viven en la ‘pobreza estructural’, y 7 de cada 10 niños y niñas de esta minoría étnica sufre de desnutrición crónica: “Los miembros de comunidades indígenas que están por debajo de la línea de pobreza representan el 63 por ciento del total de su población y, de estos, el 47,6 por ciento está por debajo de la línea de la miseria”. El Defensor del Pueblo ha denunciado que decenas de niños y niñas indígenas del Choco, Amazonas, Vichada, Guainía y Guajira han muerto en 2015 de hambre y desnutrición.
Un enfoque de derechos humanos por parte del gobierno colombiano sobre el uso, de los aun fantasiosos e inciertos tesoros del Galeón San José, debería inicialmente reconocer esta tragedia histórica de más de cinco siglos y destinar parte importante de estos recursos para la reparación histórica a los pueblos indígenas peruanos, bolivianos y colombianos.
Respecto de los restos del Galeón San José, por tratarse de una nave del estado español y de los despojos mortales, de los más de 500 ciudadanos españoles que viajaban en la nave y que perecieron tras su hundimiento, si después de 300 años aún se pueden ubicar, efectivamente, estos deben ser repatriados con todo respeto y solemnidad a territorio Español.
[1] Dobyns, H. F. (1983). Their number become thined: Native American population dynamics in Eastern North America, Knoxville (Tenn.), University of Tennesee Press.