El Poder nos hace daño

El poder es la capacidad para lograr la obediencia de alguien, ya sea por obligación, interés personal, o convicción. Una de las características principales del poder es que cambia a los que no lo conocen, y su influencia modifica los comportamientos, actitudes y valores de las personas sobre quienes se ejerce.

Se ha descubierto que estar en la cima de la sociedad tiene un precio para nuestra mente: intoxica, enfría, y lo aleja a uno de la realidad. El poder embriaga el cerebro literalmente, y producto de ello tomamos decisiones equivocadas que luego no somos capaces de corregir. Su efecto narcótico y embriagante parece pegar una patada al proceso neural. Por lo cual, el mal uso del poder nos puede llevar a sobrestimar nuestra capacidad, así como la realidad y las circunstancias. Detrás de la conducta arrogante de algunos y menos propensa a ponerse en los zapatos de los otros, existe un proceso en el cerebro.

Son muchos los que creen que el poder es eterno e inagotable, y que los cargos y funciones que desempeñan, así como las decisiones que toman, perdurarán en el tiempo, sin embargo, el poder es efímero como los colores del arco iris. No hay nada tan euforizante como el día que uno alcanza el poder, ni nada más deprimente que la fecha en que el poder lo abandona a uno. El poder hace que nos perciban mejores de lo que somos y, cuando lo dejamos de ejercer, nos devuelve a la mediocridad.

Un artículo de “The Atlantic” reporta un estudio de Dacher Keltner, profesor de psicología de la Universidad de California, en el que se descubrió que las personas en posiciones poderosas actuaban de manera más impulsiva, eran menos conscientes del riesgo y menos capaces de ver las cosas desde el punto de vista de otra persona. Curiosamente estos rasgos son típicos de personas que han sufrido una lesión cerebral. Keltner dijo que a menudo tiene lugar la paradoja del poder: una vez que las personas lo consiguen, pierden algo de lo que los llevo allí: ver el mundo como los demás o ser empático.

Cuando estamos en el poder, no podemos creer todo lo que nos dicen, acostumbrarnos al comité de aplausos, perder la dimensión de los acontecimientos, ni la perspectiva del presente. Debemos tener claro que ese cargo o posición es una situación temporal y dinámica, y que la prioridad debe ser trabajar con convicción. Por lo cual, es importante estar preparado para el futuro, que no es más que el mundo real en donde el poder ya no existe. Una lección para la cual debemos estar preparados, aunque nunca lo estemos.

 “El primer arte que deben aprender los que aspiran al poder es el de ser capaces de soportar el odio”.  Lucio Anneo Séneca

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