Con ocasión de la próxima consulta anticorrupción, se hace igualmente indispensable una reflexión social que contribuya a la formación de una cultura contra los favorecimientos perversos.
Por cuanto en todas partes del mundo, con mayor o menor visibilidad, no solamente existen individuos, sino también grupos, incluso adecuadamente organizados, que deliberadamente se aprovechan de los errores, inexperiencias y debilidades de los demás, sino que también comienzan favoreciendo los comportamientos ilícitos ajenos, con la adopción de comportamientos de la ceguera, la indiferencia, la tolerancia y, ante todo, con la complacencia con lo ilícito. Todo ello se presenta en el campo familiar y social, por ausencia o deficiencia de la vigilancia y dirección razonable deseada.
En efecto, ello sucede, en la familia cuando hay complacencia sin corrección alguna de los malos comportamientos familiares, como las rupturas de objetos por parte de niños extremadamente mimados, o las infracciones efectuadas por niños calificados como traviesos. Lo mismo sucede con la negligencia y tolerancia de comportamientos escolares de acosos, riñas, tenencia de armas, etc., que con la disculpa o la falta de previsiones o debilidades de las autoridades, dan lugar a desgracias juveniles de suicidios, lesiones, narcotráfico, extorsiones, pandillas, etc.
Y otro tanto acontece en el seno de la sociedad, donde con igual criterio, se patrocinan conductas indiferentes y tolerantes con las infracciones de tránsito y de medio ambiente, maltratos públicos, sobornos a las autoridades, irrespeto a los demás, etc.; para luego, admitir en la misma forma el tráfico de influencia, el favorecimiento y celebración indebida de contrato, el aprovechamiento indebido de los cargos, especialmente los públicos, el aprovechamiento del narcotráfico, etc.; para finalmente, hacer de lo ilícito, una ocupación, actividad o explotación económica.
De allí que sea necesario cerrar a las nuevas generaciones el camino que conduce a la explotación de lo ilícito, adoptando oportuna y adecuadamente la vigilancia, dirección y corrección familiar y social correcta, para su propio beneficio y de su entorno.