Nada más oportuno en nuestra la sociedad, la ocasión del Mundial de fútbol y ahora la ocasión de los juegos Centroamericanos y del Caribe, para reflexionar sobre la importancia del deporte.
Porque siendo el deporte aquella actividad física y mental, sólo aquella o ésta, que procura el desarrollo individual del deportista, en sus condiciones físicas y psíquicas, y que es meramente recreativo y competitivo, su importancia en el desarrollo humano resulta trascendente, en cuanto procura extender la necesidad de planificación, dirección, responsabilidad, preparación, entretenimiento, competición, metas y propuestas, para todos los actos de la vida, como los estudios, la capacitación, la ocupación, la profesión, etc.
Más aún, el deporte bien orientado, es para el deportista, su vida. No porque la vida sea un “deporte”, como sinónimo de carencia de valor, sino, por el contrario, porque encierra mucho valor de esfuerzo útil por la vida, esto es, como trabajo agradable y apasionado debidamente entrenado y orientado para sacarle a la vida sus mejores victorias en los estudios, las calificaciones, las graduaciones, los ascensos y, en general, los méritos que conduzcan a los éxitos. Es decir, la formación deportiva no solo capacita al ser humano para competir en los aciertos y desarrollos ciertos (o riesgosos) en que se mueve la vida, sino también para que quien lo practica, procure su identidad de mejoramiento personal, familiar y social, en cuanto a los logros propuestos, y para quien lo observa y disfrute, también procure su identidad de grupo, región o nacionalidad en cuanto a su mejoramiento.
De allí que sea bienvenida la promoción, desarrollo y compensación efectiva del deporte.