Marta Sáenz Correa.
Existen personas que en aras de la verdad o, de su propia verdad, con sus comentarios pueden hacer mucho daño; es tremendo el poder que reside en la lengua. El apóstol Santiago nos recuerda que es un: miembro tan pequeño, pero que puede comenzar inmensos incendios difíciles de apagar. Por lo cual, saber distinguir cuando hablar y cuando callar, es todo un reto.
Afirma el escritor francés Maurice Blanchot: “Toda palabra es violencia; el lenguaje es la empresa mediante la cual la violencia renuncia a ser abierta para hacerse secreta”. El silencio dice que no o que sí, pero lo dice con más empuje, porque no se deja adornar por nada. Más que otorgar, el silencio sentencia. Y el silencio es respuesta, claro que sí. No es ausencia, solo que no deja que nada se le acerque. No deja que te escapes. Cuando no tienes respuesta, el silencio deja patente tu carencia.
Cuando hablamos demasiado podemos caer en la tentación de murmurar sobre las personas y herir a los que no están presentes. El silencio es piadoso, prudente y guarda secretos profundos. El individuo que habla en exceso promueve malos entendidos, malas interpretaciones, falsos rumores, discusiones y hasta conlleva a la violencia física. En silencio es donde la mente alberga las mejores ideas, promueve la creatividad y ayuda a la persona a mantener la calma aun en momentos difíciles. En el único momento que vale la pena romper el silencio es cuando se va a agradecer algo o cuando vamos a decir algo bueno con respecto a alguien; cuando nuestras palabras van a ayudar a edificar a alguien.
El silencio ayuda a regenerar el cerebro: una investigación del Research Center for Regenerative Therapies en Dresden, Alemania, encontró que cuando se guarda silencio al menos dos horas, en el hipocampo crecen nuevas células, lo cual beneficia la memoria, las emociones y el aprendizaje. También hallaron que estar en silencio puede resultar muy importante para ser más flexible ante los cambios y diversas situaciones de la vida. Además, el silencio podría no solo salvarlo de situaciones embarazosas, también podría evitar que sus palabras alteren el equilibrio de otras personas, que no tienen por qué padecer sus malos ratos.
Por otra parte, el silencio brinda una serie de beneficios a la salud: ayuda a poner en dominio la ansiedad y estrés, reduciendo los niveles de cortisol y adrenalina en la sangre; fortalece el sistema inmunológico al tener bajos niveles de cortisol y adrenalina, hormonas que en exceso pueden provocar enfermedades como gripa, trastornos de la alimentación y de sueño; y, mejora la actividad cognitiva, tal como la atención, la memoria y el aprendizaje.