Por: Javier Porto- de la Mesa de fritos.
En la última medición de “Cómo Vamos”, entidad del sector privado que mide la gestión de los mandatarios locales, Dionisio Vélez Trujillo y Cartagena se rajaron en temas tan importantes como la salud, la movilidad, la educación, la seguridad y otros aspectos de Cartagena.
Con relación al caso de la educación, la deserción ha sido tremenda, pues no se ha trabajado una política adecuada para lograr la permanencia de los estudiantes en las instituciones educativas. Sabiendo que este servicio es esencial para la consecución del desarrollo humano y social, no solo se ha hecho un manejo inadecuado en la parte administrativa y la celebración de contratos onerosos en vigilancia y aseo de las instituciones, sino que también se ha descuidado la alimentación de los estudiantes. Pues, lo primero que debió asegurarse, es la de una alimentación como uno de los requisitos mínimos necesarios en nutrición. Ello era fundamental para lograr una mejor educación, toda vez que se sabe que el factor nutricional juega papel importante en la asimilación de los saberes. Pero es bien sabido que las manos de los políticos toman un carácter bien complicado a nivel de corrupción, ya que esta desvía su finalidad educativa y perjudica a quienes necesitan aprender. Pues esta tarea nunca se logra con pésimos servicios y con poca calidad educativa. De allí los bajos resultados de las prueban con relación a la media nacional. Cuando hablamos de observar “la calidad educativa”, parece que esta palabra quedara grande en el sector, toda vez que ni los administrativos ni los docentes pareciesen conocerla. Por esta razón, en Cartagena se carece de infraestructura, tecnología, cualificación docente, dotación tecnológica, métodos, bibliografía y demás aspectos necesarios para lograr los requisitos mínimos indispensables para alcanzar la calidad en la educación, problemas que distan de estar en la mente de los dirigentes de esta ciudad.
En torno al tema de la salud, en este último año su resultado ha sido desastroso. El detrimento ha sido grande en los servicios de primer, segundo, tercer y cuarto nivel de complejidad, por el cargamento de corrupción y de politiquería. Los mandatarios, adoleciendo del sentido humano, no ofrecen las soluciones idóneas y eficaces para esta problemática que aqueja a la ciudadanía. Sufren especialmente nuestros niños y adultos mayores, quienes cargan las consecuencias de este flagelo. Las clínicas de la ciudad están manejadas por personas que pareciesen ajenas o lejanas al sector salud. Desconocen de aspectos relacionados con la medicina. Imposibilitan muchas veces las funciones adecuadas de los médicos y paramédicos. Carecen de los requerimientos mínimos para ofrecer un servicio de calidad, a tiempo y eficiente. La ESE Cartagena de Indias está sitiada por varios gamonales distritales que hacen de las suyas con las drogas y la contratación. Donde más se observa este flagelo es en los corregimientos de Cartagena, con la ausencia de médicos generales, especialistas y personal paramédico.
Sobre la movilidad podemos contemplar diariamente el calvario de los anuncios y más anuncios sobre la conclusión del mega proyecto de Transcaribe. Este, ya casi enciende las velitas del cumpleaños número 10 y nada de nada. Continúan los atrasos por sobrecostos y la ciudadanía tiene que conformarse con los trancones inacabables en el diario vivir.
En seguridad, como lo afirma el Observatorio del Delito, los asesinatos ya casi doblan las estadísticas del 2013, convirtiendo a la Heroica Cartagena en una de las ciudades más inseguras y peligrosas de Colombia. Tiene todas las enfermedades, como las del fleteo, el pago de la coima a las bandas criminales por parte de los comerciantes de toda la ciudad y el raponeo por los mototaxistas. En la ciudad, los motoristas ya sobrepasan los 80 mil tal como sucede en Bogotá, Cali, Barranquilla y Medellín.
Así las cosas, hay que tener una conciencia ciudadana para darle las soluciones precisas y sacar a Cartagena de Indias de esta situación tan difícil. Hay que elegir concejales y alcalde o alcaldesa con el conocimiento, la responsabilidad y la fuerza de cambio que reclama la ciudadanía, donde los valores primen y existan verdaderos muros de contención contra la corrupción. Porque hasta ahora, los órganos de control, como la Personería y la Contraloría Distrital, no son muros de contención, sino unos grandes adeptos de la canción de Shakira “ciegos, sordos y mudos”.