*Marta Saenz Correa.
La sinceridad es la virtud de la franqueza y respeto por lo veraz, cuya manifestación es contraria a la mentira, la duplicidad y a la hipocresía; te puede costar dinero, generarte problemas, e incluso que tus amigos te saquen de sus vidas, pero no podemos olvidar que es lo correcto. La persona sincera siempre actúa de buena fe y mantiene la coherencia entre sus palabras y actos.
Decir la verdad implica reconocer los que cometemos errores, que fracasamos, que somos imperfectos y que en ocasiones nos falta preparación o experiencia. Usualmente no nos gusta lo que oímos del amigo sincero, porque creemos que es injusto y nos hace daño, sin embargo, la sinceridad excluye la mentira no el error. Sin embargo, no podemos olvidar que la verdad es dolorosa en el presente, en el momento que se nos dice, pero luego es medicina, descanso y felicidad.
Se nos ha vendido la idea de que decir una mentira piadosa es un mal menor, sin embargo, el problema radica en que nadie tiene el mismo concepto de “piadosa” y terminamos diciéndolas en demasiadas ocasiones. Olvidamos que una pequeña mentira llevará a otra más grande y así sucesivamente.
La recomendación siempre será decir lo que corresponde con amor, sabiduría, y tacto, pero sin dejar de decir la historia completa. Debemos tener el carácter y la determinación para decir la verdad todo tiempo, y asumirlo como nuestra obligación y responsabilidad aun cuando esto implique rechazo, critica, oposición, y hasta represalias. No se acostumbre a decir mentiras innecesarias, en todo tiempo, bajo cualquier circunstancia, y por la razón que sea, es y sigue siendo mentira.
Decir la verdad requiere valor, obediencia, carácter, determinación. La historia que se niega, que se esconde, que se cambia, se tergiversa, se detiene, se aumenta, o se acorta, equivale a decir una mentira. Es mejor ser sinceros, aunque duela y no vivir en la mentira toda la vida. Lo cierto es que vivimos en una sociedad en la que a las personas les gusta que le mientan para alimentar su ego, les digan las verdades a medias o se las adornen para sentirse bien, aunque la realidad nos lleve al desastre.
En resumen, la ausencia de verdad genera malestar y desconfianza y que su presencia, por dolorosa que sea, genera bienestar, alivio y tranquilidad. La experiencia nos enseña que hay verdades que hay callar, unas más difíciles que otras, y hay verdades que hay que saber decir. La verdad nos da paz, la mentira nos la quita. Una sola mentira puede traer consecuencias aún más graves que las que traería el decir la verdad y pedir perdón por la falta cometida.
“La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio”. Marco Tulio Cicerón.