La Masacre de la Cárcel La Modelo de Bogotá… un Modelo de impunidad

LUIS ALFONSO  FAJARDO SANCHEZ 

 La directora de Articulación de la Fiscalías Nacionales Especializadas, Caterina Heyck, reveló hace menos de un mes que al menos cien personas entre internos y visitantes habían sido desaparecidas en la cárcel La Modelo de Bogotá.  La periodista Jineth Bedoya había denunciado hace más de 16 años estos hechos,  La Modelo estaba gobernada por grupos armados ilegales y como consecuencia habían sido asesinados en enfrentamientos cerca de cien internos entre los años 1998 y 2000,  como consecuencia de esta denuncias, la periodista  fue secuestrada, torturada y violada en el año 2000. Estas versiones fueron confirmadas inicialmente por los postulados a Justicia y Paz Daniel Rendón Herrera, alias ‘Don Mario’ y Manuel de Jesús Pirabán, alias ‘Pirata’ en 2010.

Según la Fiscalía, el presunto responsable de estas desapariciones, muertes y torturas  podría ser Mario Jaimes Mejía alias el  ‘Panadero’, exjefe paramilitar, el  patio donde  se encontraba el comandante paramilitar era el escenario donde  se cometían estos crímenes.  Jaimes   aceptó cargos en el caso de la Periodista Jineth Bedoya. La Fiscalía tiene evidencia de descuartizamientos, luego los cuerpos sin vida de las víctimas eran desaparecidos a través de los ductos de la cárcel, como sanitarios y orificios de aguas negras. Otra de las prácticas  confesadas por los postulados  era arrojar los restos humanos a las canecas donde se depositaban  los sobras de comida  del penal  para venderla como  desperdicios, estos  era llevados a una finca de engorde de cerdos ubicada en Soacha. Un cerdo apareció  con una mano humana en el hocico, desde ese momento esta práctica se suspendió y los victimarios comenzaron a arrojar los restos humanos de sus víctimas a las alcantarillas. Bajo la Cárcel La Modelo de Bogotá es posible hallar una de las mayores fosas comunes de la historia del país.

Uno de los testimonios señala: “Se botó mucha gente por las alcantarillas. Me acuerdo tanto que este señor (descuartizador) cargaba un banco con un trozo de madera. Cargaba tres o cuatro costales paneleros de cabuya. Se encargaba de picar la gente, llegaba y ponía los huesos encima del banquete, ponía los costales encima y les daba”. Otro testimonio afirma: “solo los ‘duros’ tenían la suerte de morir con un disparo. Los demás, eran sometidos a torturas con electricidad y “los picaban, degollaban, ahorcaban, eran envenenados o atacados a cuchillo”.

Por estos hechos la Fiscalía General de la Nación pidió excluir a Alias el Panadero de Justicia y Paz ya que faltaron a su compromiso de contar la verdad de sus crímenes.  Pero igualmente,  el órgano acusador asegura que hechos de violencia similares se habrían repetido en otras tres cárceles del país: Popayán, Bucaramanga y Barranquilla. De acuerdo a los testimonios de diez postulados a Justicia y Paz, algunos de ellos confesaron haber participado en los hechos.

El imaginario social respecto a las personas privadas de la libertad no ha cambiado a pesar de siglos de “humanización de las prisiones”. Las personas prisioneras están en la cárcel “por algo”,  “si están allá sería porque algo hicieron”, igualmente tenemos la idea de que la cárcel es un lugar donde se lleva a las personas a sufrir de la misma manera  como  ellos hicieron sufrir con sus crímenes a otras personas. “La ley del Talión. Ojo por ojo y diente por diente”. Muchas personas piensan  por ejempló,  que  es lícito violar a los violadores en las cárceles,  muchos esperan este suceso  como una forma de justicia por los hechos cometidos por ellos,  especialmente si este delito se cometió contra niños o niñas. Los presidiarios deben pasar hambre, frio, enfermedades, violencia verbal o física como  parte del pago que deben hacerle a la sociedad por sus delitos.

En el caso de las 100 personas presuntamente desaparecidas en este centro de reclusión, entre internos y visitantes,  este tema no nos genera ninguna preocupación porque pensamos que son enfrentamientos entre bandidos o ajustes de cuentas. Pensamos “Esas son cosas que pasan en las cárceles de todo el mundo y no tenemos por qué alarmarnos”. Es casi normal.

De comprobarse estos hechos, sería una de  las masacres más grave de la historia del país.  Las circunstancias de tiempo, modo y lugar tienen una clara conexidad temporal y causal, es decir, deben ser investigados con una metodología de contexto, como una masacre, no como hechos aislados.

El Marqués de Beccaria señalaba “El fin de las penas no es atormentar y afligir a un ente sensible,  ni deshacer un delito ya cometido”. En concordancia con esta afirmación, el INPEC tiene una consigna donde señala que a las cárceles y penitenciarias “entre la persona, no el delito”. El fin de la pena es resocializar al interno. Sin embargo, hechos como los sucedidos en la cárcel La Modelo de Bogotá, nos demuestra que los reclusos del país están por fuera de la protección del Estado, en el olvido total, a merced de los poderosos “caciques”  de las guerrillas, el paramilitarismo  y el narcotráfico.

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